Historia del Himno Nacional Argentino

Historia del Himno Nacional Argentino

El 11 de mayo es la fecha en que celebramos el 207 aniversario de nuestro Himno Nacional Argentino. Pero su historia es una serie de sucesos muy importantes, donde los actores son personas como vos y yo, con sus flaquezas y virtudes. Todo comenzó con nuestro primer gobierno autónomo el 25 de mayo de 1810, que juró fidelidad al entonces Soberano Español Don Fernando VII, comenzó a instalarse en la sociedad porteña, la idea de una emancipación política. #HimnoNacionalArgentino #BlasParera #VicenteLopezyPlanes
                                                       por Mabel Alicia Crego

Toda revolución tiene sus músicos y sus poetas. En este caso, el maestro catalán Blas Parera estuvo siempre del lado de los patriotas y pondrá música entre 1810 y 1813, a diversas marchas y canciones compuestas en honor a aquel proyecto de Nación.

Vicente López y Planes, un prominente abogado y poeta educado en el real Convictorio Carolingio y con destacada actuación durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807, escribía su primera página poética de importancia «El Triunfo Argentino«, donde relata magistralmente aquellos acontecimientos que dieron idea al pueblo de Buenos Aires de su propia fuerza. Esta obra se considera como el antecedente directo de nuestro Himno Nacional.    

Al poeta Esteban De Luca debemos la «Marcha Patriótica» publicada el 15 de noviembre de 1810 en la «Gazeta de Buenos Ayres» y musicalizada por el maestro Blas Parera que en su coro dice: «Sud americanos / Mirad ya lucir / De la dulce Patria / La aurora feliz«. 

Nos dice el profesor Arnaldo Miranda que esta composición, es la primera oda a la revolución, que será canción oficial hasta la aparición del Himno, se refiere en uno de sus pasajes a la España dominada por los franceses al decir:

«España fue presa / Del Galo sutil / Porque á los tiranos / Rindió la cerviz./ Si allá la perfidia / Perdió pueblos mil / Libertad sagrada / Y unión reyne aquí«.

El Primer Triunvirato dispuso que el 26 de mayo de 1812 en la plaza mayor, se cantasen unos versos de Saturnino de la Rosa, musicalizados por Parera, los cuales aparentemente se han perdido, mientras que un poema anónimo titulado «Marcha Patriótica» apareció hacia el mismo año.          

Blas Parera será el encargado de musicalizar la «Canción patriótica en celebración del 25 de mayo» que compuso Fray Cayetano José Rodríguez y el melodrama de Luis Ambrosio Morante titulado «El veinte y cinco de mayo«.

El 31 de enero de 1813 se instaló la Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, estando entre sus importantes logros la libertad de vientres para los esclavos y la sustitución de símbolos para el encabezamiento de los documentos oficiales.                                                  

Al Dr. Vicente López y Planes, diputado ante el órgano legislativo, se le encargó una Marcha Patriótica digna de exaltar en los corazones el sentimiento de pertenencia a la Nación que estaba surgiendo.

Así fue como durante la sesión del 11 de mayo de 1813 la Asamblea declaró a aquellos versos «única canción patriótica de las Provincias Unidas del Río de la Plata«, solicitando al maestro Blas Parera la composición de su música. Podemos afirmar que el músico demoró poco más de una semana en cumplir su cometido, ascendiendo sus honorarios a la suma de doscientos pesos. 

La primera impresión de los versos fue realizada tres días más tarde, el 14 de mayo, bajo el título de «Marcha Patriótica» en la Gaceta Ministerial del Gobierno de Buenos Aires y con tipografía de la Imprenta de los Niños Expósitos. Mientras tanto la primera edición formal de letra y música se hizo en París hacia 1814 por «La Lira Argentina«, con ausencia absoluta del nombre de sus autores y una larga serie de errores técnicos de copia.

El pueblo de Buenos Aires pudo escuchar la composición musical y sus estrofas en el marco de las fiestas mayas de aquel año, mientras que la historia urbana nos refiere acerca de la primera ejecución privada que habría sido realizada en casa de doña Mariquita Sánchez de Thompson por el propio Parera y en el piano de la familia.         

Sin embargo, Miranda – un estudioso a fondo del tema – desestima esta historia, tal vez más difundida sobre la primera ejecución de la canción patria, en el piano de la familia de Mariquita Sánchez de Thompson

Con respecto a la estructura y versificación nuestro Himno consta de nueve octetos decasilábicos y un cuarteto como coro que se repite al final de cada estrofa. Los versos agudos que riman en forma consonante se alternan con los libres de acento grave.                                                   .

Comienza con un vocativo llamando a un interlocutor «Oíd, mortales«, invocando la «Libertad» en una reduplicación.

Nos habla de «rotas cadenas«, las que nos unían a España y coloca en un pedestal a la igualdad de los hombres, «ved en trono a la noble igualdad«. En otra estrofa, Marte, Dios de la guerra anima a los vencedores trayendo al recuerdo de los hijos de esta tierra, los Incas en su «antiguo esplendor«. Alude, en su estilo neoclásico a nuestra geografía y a los «pueblos de la ínclita unión» con Buenos Aires a la cabeza.

Reaviva, en otro de sus pasajes, las gloriosas batallas por nuestra independencia y la bravura de los guerreros criollos, cantando la majestad del heroísmo del pueblo. Presenta a «Una nueva gloriosa nación / Coronada su sien de laureles / Y a sus plantas rendido un león«, que no es España ni su Monarquía como se cree comúnmente, sino que la frase simboliza la decadencia del antiguo régimen opresor y tiránico imperante en América.

En su forma original el Himno dura veintidós minutos, pero desde fines del siglo XIX la práctica en vigencia reduce esta duración a dos minutos y medio, es decir que se cantan los cuatro primeros versos de la primera estrofa, los cuatro últimos de la novena y el Coro donde se potencia la idea claramente independista y antiespañol, los argentinos, prefieren morir con gloria y honor antes que vivir oprimidos. 

Oíd, mortales!, el grito sagrado: 
¡libertad!, ¡libertad!, ¡libertad! 
Oíd el ruido de rotas cadenas 
ved en trono a la noble igualdad. 
Se levanta a la faz de la Tierra 
una nueva y gloriosa Nación 
coronada su sien de laureles 
y a sus plantas rendido un león. 
 
De los nuevos campeones los rostros 
Marte mismo parece animar 
la grandeza se anida en sus pechos 
a su marcha todo hacen temblar. 
Se conmueven del Inca las tumbas 
y en sus huesos revive el ardor 
lo que ve renovando a sus hijos 
de la Patria el antiguo esplendor. 
 
Pero sierras y muros se sienten 
retumbar con horrible fragor 
todo el país se conturba por gritos 
de venganza, de guerra y furor. 
En los fieros tiranos la envidia 
escupió su pestífera hiel. 
Su estandarte sangriento levantan 
provocando a la lid más cruel. 
 
¿No los veis sobre Méjico y Quito 
arrojarse con saña tenaz, 
y cuál lloran bañados en sangre 
Potosí, Cochabamba y La Paz? 
¿No los veis sobre el triste Caracas 
luto y llanto y muerte esparcir? 
¿No los veis devorando cual fieras 
todo pueblo que logran rendir? 
A vosotros se atreve, argentinos 
el orgullo del vil invasor. 
Vuestros campos ya pisa contando 
tantas glorias hollar vencedor. 
Mas los bravos que unidos juraron 
su feliz libertad sostener, 
a estos tigres sedientos de sangre 
fuertes pechos sabrán oponer. 
 
El valiente argentino a las armas 
corre ardiendo con brío y valor, 
el clarín de la guerra, cual trueno, 
en los campos del Sud resonó. 
Buenos Aires se pone a la frente 
de los pueblos de la ínclita Unión, 
y con brazos robustos desgarran 
al ibérico altivo león. 
 
San José, San Lorenzo, Suipacha. 
Ambas Piedras, Salta y Tucumán, 
la colonia y las mismas murallas 
del tirano en la Banda Oriental, 
son letreros eternos que dicen: 
aquí el brazo argentino triunfó, 
aquí el fiero opresor de la Patria 
su cerviz orgullosa dobló. 
 
La victoria al guerrero argentino 
con sus alas brillantes cubrió, 
y azorado a su vista el tirano 
con infamia a la fuga se dio; 
sus banderas, sus armas se rinden 
por trofeos a la Libertad, 
y sobre alas de gloria alza el Pueblo 
trono digno a su gran Majestad. 
 
Desde un polo hasta el otro resuena 
de la fama el sonoro clarín, 
y de América el nombre enseñando 
les repite: ¡Mortales, oíd! 
Ya su trono dignísimo abrieron 
las Provincias Unidas del Sud! 
Y los libres del mundo responden: 
¡Al gran Pueblo Argentino, salud! 
 
Sean eternos los laureles 
que supimos conseguir: 
coronados de gloria vivamos, 
o  juremos con gloria morir. 
 (Se canta después de cada estrofa)

La música es de estilo rosiniano y mozartino en boga en la época, con una introducción de veintitrés compases a manera de obertura sinfónica la cual, con ritmo marcial y solemne precede al comienzo del canto que es de estructura severa con sincronismo y simetría, el que consta de cincuenta y cuatro compases.

La melodía de nuestro Himno es militar, religiosa y sinfónica a la vez, eminentemente responde al clasicismo musical lo cual la convierte en digna de un auténtico Himno, siendo uno de los pocos en el mundo que reviste esta calidad y no la de marcha como el común de los casos. Contiene un gran valor espiritual, es flexible en su desarrollo, con melodía amplia, llena de sugerencias guerreras y contenidos morales. Estos contrastes la elevan al plano operístico. 

Posteriores revisiones, como las de Juan Pedro Esnaola y Alberto Williams, contemplaron detalles melódicos y subsanaron deficiencias de armonización contenidas en la partitura original.

Himno Nacional Argentino, es uno de nuestros símbolos patrios, hoy conocemos un poquito más de sus  antecedentes históricos.

Mabel Alicia Crego
  vecina de Barracas

FUENTES:

– Apuntes de la conferencia dictada por profesor Arnaldo Ignacio Adolfo Miranda Tumbarello. Presidente de la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires (con motivo del Bicentenario del Himno Nacional Argentino – año 2013)

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.