Las Cañitas, el sub-barrio de Palermo, cambia su perfil

Cierre y mudanza de restaurantes en la zona conocida como Las Cañitas, en el barrio de Palermo, va cambiando su perfil gastronomico por uno más familiar y tranquilo, los vecinos contentos y felices. Se construyen más edificios de departamentos y se multiplicaron los locales en alquiler en la zona.

La zona de Las Cañitas, en Palermo, supo ser un destino obligado al momento de elegir una salida completa que incluyera tomar un trago, cenar y luego terminar la noche en un boliche de moda. Todo cerca, incluso en la misma cuadra. Pero en los últimos años el paisaje sufrió una metamorfosis y el incesante movimiento parece ser cosa del pasado, especialmente los fines de semana.

Desde los locales gastronómicos acusan, desde 2012, un 40 por ciento menos de cubiertos cada año, que junto con los insumos y cargas sociales complican la rentabilidad. Así, la movida nocturna viró hacia otros destinos, volviendo a Las Cañitas una zona más familiar.

Esto es lo que reflejan algunos datos del rubro gastronómico. Para citar algunos ejemplos, en el último año 28 bares dejaron de funcionar en la ciudad de Buenos Aires según el sitio airesdebares.com; de ellos, nueve estaban en Las Cañitas. Restaurantes emblemáticos como el Soul Café, Campo Di Fiori, La Ménsula, La Imprenta, La Stampa y Piégari Piazza también migraron hacia otros sitios. Vecinos del barrio calculan que fueron cerrados cerca de 15 comercios en los últimos 3 años. Algunos de ellos cambiaron de dueño, a veces más de una vez. Otros se transformaron en confiterías, heladerías o simples quioscos. Muchos tienen aún el cartel de venta en la puerta.

Un caso emblemático fue el del músico Fabián Von Quintiero, «el Zorrito», que supo ser dueño de varios emprendimientos gastronómicos de Las Cañitas como Eh, Santino, Voodoo Bar, Nina Wok, Bruni y Soul Café. Este último, un ícono y de los pioneros del barrio, cerró sus puertas en 2013. Su alma máter lamentó en su momento la decisión, pero se percató de que el polo gastronómico ya no estaba allí, sino que iba mudándose a otras zonas, como Palermo Soho.

Patricia es la encargada de la pizzería Tonno, uno de los locales más emblemáticos de la zona, y vecina de Las Cañitas desde hace 34 años. Cuenta que en un principio el barrio como tal no existía, había sólo baldíos con cañaverales. Luego, por la proximidad con el Hipódromo, se instalaron las caballerizas. Alrededor de 2003 surgió el boom de los locales gastronómicos y boliches, hasta hace 3 o 4 años, cuando, primero paulatina y luego de manera más asidua, comenzaron a cerrar.

Culpa al exceso de competencia y a los altos alquileres: «Surgen todo el tiempo nuevos lugares en donde antes había un garaje de una casa. Los ponen con toda la pompa y a los dos meses cierran. Cobran precios muy caros pensando que los turistas son tontos y pagan cualquier cosa», explica. Otros, en cambio, empiezan con precios sospechosamente bajos «contra los que es imposible competir, eso nos mata», se lamenta.
Destaca sin embargo algunos cambios positivos, como la construcción de edificios de departamentos, que sumó clientes y propició de cierta manera la inauguración de restós.

LOS LOCALES QUE PERMANECEN

En la calle Báez al 300, eje de la movida del lugar, se pueden contar en la misma cuadra tres heladerías y dos cafés, algo impensado en la época dorada. Los locales gastronómicos que siguen en pie, como Campobravo, Novecento, Las Cholas y El Estanciero, se reparten a lo largo de esa arteria, Arguibel y Arévalo. Los encargados de algunos de ellos confiesan que no es sencillo mantenerlos abiertos: los altos costos de los alquileres, que rondan los $ 30.000 mensuales, las cargas sociales de los empleados y el alza en los insumos hacen caminar a muchos por la cuerda floja desde hace tiempo.

Un recurso que debieron incorporar y que antes se observaba sólo en contados locales es el de abrir al mediodía. De hecho, ha dado algunos buenos resultados, con menús ejecutivos que rondan los 110 pesos y que tientan a los comensales que no desean pagar la tarifa de la noche.
De todas maneras coinciden en que la cantidad de comensales se redujo significativamente de 2011 a la fecha, y los más avezados hablan de una merma del 40%. Esto obligó a que la rotación de locales se vuelva una constante. Pero ni así logran sobrevivir, y en pocos meses deben bajar la persiana. Patricia comentó el caso de Campo Di Fiori, que se proveía a sí mismo de muchos de los insumos, pero ni así logró sobrevivir.