El autocine del Rosedal agregó una nueva función

El autocine regresó exitosamente al Rosedal del barrio de Palermo y tanto fue así que debió agregar otra función. Con la proyección de Guardianes de la galaxia, la iniciativa demostró la vigencia de esta modalidad para ver cine. Tres mil personas, en autos pero también reposeras y lonas, colmaron el lugar, y hubo que dar la película dos veces.

En los ’60 y ’70 era una diversión para los porteños. Luego se perdió. Ayer, una multitud se congregó en El Rosedal para ver cine al aire libre – Foto: santiago pandolfi

Bajo un cielo estrellado y con una tórrida temperatura algo más adecuada para el aire acondicionado de las salas de cine que para el interior de un automóvil, retornó anoche un nuevo ciclo del autocine porteño, en El Rosedal de Buenos Aires.

En el marco del pograma «Verano en la Ciudad» que, organizando el Ministerio de Cultura porteño, la iniciativa de proyectar cine para ver desde el auto, una añeja modalidad que alguna vez fue clásica en la ciudad y permaneció olvidada por décadas, volvió con un film de acción y aventuras para toda la familia: Guardianes de la galaxia. Y fueron justamente familias enteras las que llegaron aun antes de que el sol se pusiera tras los árboles de Palermo, además de una heterogénea mezcla de aficionados al cine de ciencia ficción, «tuercas» enamorados de la idea de hacer todo dentro del auto, algunos turistas del interior del país y muchos vecinos con ganas de pasar un rato al aire libre, no precisamente a bordo de descapotables, sino ubicados, sin auto, en una tribuna. 

«La idea es recuperar los modos tradicionales de ver las películas», explicó Manuel Balut, encargado de prensa del Ministerio que comanda Hernán Lombardi. «Y además es una linda idea disfrutar al aire libre de un film entretenido, de modo gratuito, para quienes debimos quedarnos en Buenos Aires, y disfrutar de esta gran ciudad y sus ofertas culturales y recreacionales», añadió el funcionario.

Y, en efecto, el autocine volvió a demostrar su vigencia, puesto que la gran cantidad de gente que afluyó al Rosedal superó las expectativas.Los autos ingresaron por la avenida Iraola, entre las avenidas Sarmiento y Libertador. Allí fueron recibidos por jóvenes acomodadores, que tenían órdenes de dejar pasar a unas 300 unidades, por cuestiones de espacio. También se erigió una tribuna, que fue colmada, y además se desplegaron 500 sillas.
Pero no fue suficiente. Y las ganas de ver cómo se salvaba la galaxia desde el asiento del auto obligó a organizar una segunda función, que arrancó a las 23:15. Más de 3000 personas calcularon los organizadores, un número que se nutrió de una buena cantidad de espectadores que llegaron con sillas reposeras, e incluso con lonas, para mirar la película entre la gran pantalla y los automóviles.

La familia de César Vargas y Estela Blima vio la película sentarse en unos cajones de madera que tenían en su camioneta, «porque vino toda la familia y en la camioneta se nos hacía incómodo ver la película. Además, teníamos calor. Sacamos los cajones y acá nos ves, disfrutando esto a la luz de la luna, y comiendo pizza fría. Yo con cerveza, porque no manejo», contó ella.

Fueron muchos los que siguieron el ejemplo de esta familia, porque no todos los autos tenían aire acondicionado, o no podían permitirse ver una película de 120 minutos con el motor encendido. La calidad de la imagen y el sonido fueron notables, tanto que se pudo ver el film desde muy atrás, y optar escucharla por la FM 107.6 o simplemente por los parlantes de afuera, con las ventanillas bajas.

A la vez, fue un encuentro de generaciones, o de un diálogo entre ellas, como la que protagonizó Ricardo José Nieto, abuelo, con su nieto Julián, de 9 años. Él le contaba que «antes, en los autocines de mi época, el sonido provenía de altavoces colocados en la pantalla, y después de un altavoz individual colgando de la ventana de cada coche». «Y yo creo que la idea nació en Estados Unidos», contó de inmediato a Tiempo, «para atraer a toda la familia, porque entonces ya dejaba de  importar que los chicos sean ruidosos, total, estaban en el auto, con las puertas cerradas».

Justamente, apenas comenzó el film, los «shhh» no surtían efecto. Las charlas de las gentes sentadas en grupos en el piso, en sillas o reposeras, los de la tribuna, y aun los que estaban acostados en el césped detrás del vallado, a la orilla del lago, seguían conversando, «porque la película nos interesa, desde luego, pero más nos gusta la propuesta, la experiencia de estar acá esta noche», como coincidieron muchos.

«La idea de recuperar este espacio del autocine nació hace unos cinco años –sostuvo el ministro Lombardi, que presenció el espectáculo–, y se ha convertido en una de las tantas actividades gratuitas, que ya son un clásico en la Ciudad.»

Las películas se proyectarán los días sábados y domingos desde las 21, hasta el 1 de febrero, sobre una pantalla de 15 metros por diez, con formato cinematográfico 16/9.