Enmarcado en el programa Barrios Creativos y organizado por la revista Amo Villa Crespo (AVC), el recorrido «La ruta del Pastrón», que rindió homenaje al plato típico de la comida judía, duró más de 3 horas, arrancando 15:30 h. desde la fiambrería de Don Elías, emblemático negocio del barrio.
Agustina Stegmayer, directora y editora de la revista Amo Villa Crespo (AMC), eligió festejar el cuarto aniversario de su medio con este evento y una novedosa proposición: cada letra de la palabra PASTRAMI significaría una parada obligatoria a lo largo de 3 km. y un trayecto por ocho espacios gastronómicos para paladear este plato característico de la cocina judía.
Las primeras 60 personas en llegar al punto de partida, se hicieron acreedoras de una credencial que les aseguraba un sándwich de pastrón gratis en cada parada del tour. Cada credencial exhibía un mapa con la ruta que unía a los distintos establecimientos entre sí.
Joaquín, dueño de Café Crespín, en diálogo con Infobae, contó que cuando se gestó la idea del bar «necesitaba que el menú tuviera un sándwich de pastrón. Acá no había lugar y estuve durante dos años cocinándolo en casa, probando muchísimas recetas hasta encontrar una que me convenciera. Realmente se hizo mucho sacrificio«.
La siguiente parada se realizó en El Chiri de Villa Crespo, atendido por Juan Pablo y Sandra, mentores del lugar, que propuso un pastrón distinto, «con la receta de la bobe de Juan Pablo, pepinos polacos agridulces caseros y una mostaza amarilla mezclada con dijon en un pretzalej casero» le dijeron a Infobae. Inmediatamente Juan Pablo detalló cuál es la procedencia del pastrami, evolucionado en pastrón: «Viene de Rumania, en donde ‘a pastra’ significaba conservar. Al tener una vida nómade, los rumanos utilizaban el proceso de salazón para mantener en buen estado sus alimentos y evitar la mayor cantidad de tiempo posible el contacto con bacterias» y finalmente agregó «En América lo instalaron los judíos en Nueva York. Allá se lo conoce como pastrami porque fue el término que se adoptó para competirle a la cocina italiana, que tenía al salami o al pepperoni como indiscutidos. Se ‘italianizó’ el término y acá estamos, llamándolo pastrón desde que finalizó la segunda guerra mundial y nuestros familiares lo trajeron hasta nuestras mesas».
La próxima escala se produjo en La Crespo, donde Clarisa Krivopisk, su dueña, quien se autodefine «de gran mano para la cocina judía«, cobró popularidad con su «hot pastrami» que lleva «200 gramos de pastrón caliente en pan multicereal con pepinillos agridulces, cebollitas caramelizadas y un toque de mostaza dijon«.
La próxima parada fue Malvón, de Darío y Hernán Muhafara, restaurante con impronta neoyorquina, emplazado en una antigua casona del barrio de Villa Crespo. Allí se prepara un pastrón con pan gourmet casero: el hot pastrami se sirve con un pan de corteza crocante preparado por sus dueños, acompañado por pepinos agridulces, relish de mostaza de miel y cebollas caramelizadas.
Llegó el turno de Santé, quien trabaja con el pastrón de Don Elías, y luego se arribó a Hasta la Masa, que ofrecía un pastrami aporteñado, donde se marina la carne durante dos días en hierbas y especias y se sirve en una figazza preparada por sus dueños.
Avanzando otro casillero aparece Villa Creps, donde idearon una crepe casera de pastrón casero con pepinillos agridulces y cebollita caramelizada.
El fin del recorrido ocurrió en Rut’s Catering, que ofreció un sándwich del pastrón gustoso. Sergio, vecino histórico de Villa Crespo, animó el encuentro en su local, que tiene al sanguchito criminal como oferta.
El cierre del evento sucedió en Velazco, con música, alcohol y charla.