Las maras del Ecoparque porteño

Maras en el Ecoparque porteño
El zoológico de Buenos Aires, que había sido inaugurado el 11 de noviembre de 1875, cerró definitivamente sus puertas en junio de 2016. En 2019 reabrió como un parque ecológico interactivo del siglo XXI, buscando mejorar el nivel de vida de los animales que aún viven allí y ofreciendo a los visitantes una experiencia didáctica y enriquecedora. Uno de los animales que circulan libremente son las maras. En esta nota te contamos sobre ellas. #Ecoparque #maras
 

El gobierno de la ciudad de Buenos Aires decidió cerrar el zoológico del barrio de Palermo, luego de 140 años transcurridos desde el momento de su inauguración. Muchos animales que allí residían han sido liberados en su hábitat natural y otros han sido trasladados a santuarios, pero muchos otros continúan viviendo allí, seguramente hasta el momento de su muerte.

Lo que cambió es que no todos los animales que siguen allí continúan en exposición, algo que los estresa y mucho. Por ejemplo, los elefantes y la jirafa pueden ser vistos desde muy lejos, de tal manera que ellos no se enteran. Otros están más acostumbrados, como los guanacos, y los ves desde más cerca.

El Ecoparque pretende ser un lugar más más moderno e interactivo, que buscan concientizar sobre temas ambientales y sobre la importancia de proteger los hábitats naturales de los animales, no solo en nuestro país sino también a nivel mundial.

El ingreso al Ecoparque se limita a 2000 (dos mil) personas por día y, además, está prohibido alimentar a los animales. En realidad el predio continúa en restauración. Progresivamente se fueron abriendo al público distintos sectores y ya se lo puede recorrer de punta a punta (Plaza Italia – Av. del Libertador). 

Uno de los animales que circulan libremente y llaman la atención de los visitantes son las maras, que circulan solas o en grupos, por los caminos o por el pasto.

Maras en el Ecoparque porteño

¿Sabés algo sobre las maras?

Pensé en escribir esta nota mientras paseaba por el Ecoparque y escuchaba a una abuela tratando de explicarle qué era el animalito que miraba su nietita, sin tener idea alguna de lo que ese «bicho» era, tal cual lo denominó la señora.

Las maras, o liebres salvajes, o falsa liebre de la patagonia, son roedores que pueden llegar a tener un tamaño considerable: hasta 80 cm de largo y más de 8 kg de peso (hasta 16 kg). Tienen un cuerpo alargado, más ancho en la parte de atrás, una cabeza que es angulosa, ojos grandes y sus orejas son alargadas y su hocico es redondeado y chato y el labio superior hendido. Sus patas son largas y finas, sus uñas son gruesas, distribuidas en cuatro dedos cortos en las patas anteriores y tres en las posteriores, con gruesas almohadillas tanto plantares como palmares, en cambio tiene una cola pequeña. Tiene pelo corto y tupido. Su color es pardo amarillento, más gris sobre el dorso y podría llegar a ser negro sobre las ancas. Los costados del cuerpo, los lados de su cara y sus muslos, son de un ocre más anaranjado. La garganta y el vientre son más bien blancos. 

Es endémica de Argentina, vive en zonas semiáridas entre el centro y el sur del país y opta por vivir en estepas, montes y pastizales, con preferencia en ambientes llanos y con vegetación espaciada.

Las maras  son monógamas, estableciendo un vínculo de por vida con un ejemplar del otro sexo. La conquista de una mara hembra no es fácil, el macho debe hacer un gran esfuerzo siguiéndola durante su vida cotidiana en toda su actividad, hasta que ella, finalmente, lo acepta y, a partir de ese momento, el macho se vuelve sumamente posesivo y para establecer que es «suya» puede llegar a orinar sobre su cuerpo, en una manera de alertar a los machos rivales. 

Prefiere el día a la noche, y su mayor actividad es por la mañana y la tarde, aunque en el verano se la puede llegar a ver de noche y en invierno tal vez solamente al mediodía.

Maras en el Ecoparque porteño

Les gusta vivir con otros individuos y la colonia está conformada por parejas monógamas que siempre están cerca, manteniéndose en contacto a través de frecuentes vocalizaciones. La hembra lidera la pareja, quien generalmente inicia las actividades, mientras el macho la sigue. Construye cuevas que, gracias a sus fuertes uñas, excava con facilidad o también acondiciona cuevas que hayan abandonado peludos o vizcachas.  Las crías pequeñas residen en las cuevas pero los más jóvenes solo pasan allí la noche, en tanto que los adultos se protegen en arbustos cercanos.

Se reproduce 2 o 3 veces al año (alcanza su madurez sexual a los 8 meses), siendo la época preferida desde mediados del invierno y la primavera, la primera foto que ilustra la nota, de una mara amamantando a su cría, fue tomada en el Ecoparque el martes 3 de marzo. La gestación dura 3 meses, suelen tener dos crías por vez, que durante las primeras semanas viven en la madriguera, más adelante, alrededor de la sexta semana, comienzan a seguir a la madre hasta que a la noche vuelven a la cueva a descansar. En la colonia suele pasar que algunas hembras se queden cuidando a los más jóvenes mientras las otras madres se alejan para alimentarse. 

Hay zonas donde se caza a las maras buscando su carne y su cuero, razón por la cual ha desaparecido de algunos lugares. Otro motivo para su extinción es la competencia por el alimento de otros animales que se alimentan de pasturas al igual que ellas. 

La información sobre las maras fue obtenida de la Guía de Mamíferos del Sur de América del Sur – Vaccaro / Canevari / Carrizo y del sitio de Temaikén

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