Manuelita Rosas, la Princesa de Palermo

Manuela Rosas y Ezcurra.1851. Por entonces tenía 35 años. Óleo de Prilidiano Pueyrredón existente en el Museo Nacional de Bellas Artes de CABA.
Manuela Rosas y Ezcurra.1851. Por entonces tenía 35 años. Óleo de Prilidiano Pueyrredón existente en el Museo Nacional de Bellas Artes de CABA.
¿Qué pensará Manuelita mientras palpa la misiva que no nos ha enviado? ¿Soporta con resignación el ambiguo amor de su padre? No lo sabremos nunca, pero lo sospechamos. ¡Enjoyada o humilde, la mujer del siglo XIX, guarda un silencio largo, que aún nos ensordece! 
 por Alberto Pereira Ríos 

Londres

18.30 del 7 diciembre de 1897

Una fría y persistente lluvia presagiaba un crudo invierno sobre la ciudad. Las gotas resbalaban persistentes sobre los cristales del amplio ventanal a la calle, de una vivienda del barrio de Hampstead de Londres. Dentro, departían en derredor de un hogar de crepitante lumbre, Manuela Rosas de Terrero, (81); su esposo Máximo (83) y sus hijos Manuel Máximo (44) y Rodrigo Thomas (42). Evocaba ella, fugaces momentos de su vida, en la que fue privilegiada testigo de una época, tan peculiar como controvertida, donde las pasiones se habían entronizado de tal manera, que no había en ese tiempo, lugar para indiferentes. Sus palabras eran seguidas con creciente interés por aquellos, quienes no omitían formular preguntas y deslizar agudos comentarios a lo largo del relato. Tan solo reflejos de un pasado ya brumoso de una vida de contrastantes vivencias, que dejaban ver en todas sus facetas, su honesta y serena personalidad, propia de una mujer de la mitad del siglo XIX. En su auto exilio, dejó de ser “Manuelita” la joven más popular de la ciudad, respetada por propios y «ausentes», para convertirse en la señora de Terrero, dueña ya, de sus propias decisiones.

Destacaba sus horas en la quinta de Palermo de San Benito, los tenaces y obstinados esfuerzos de su padre para convertir aquellos desolados pantanos en jardines y bosques, que aportaron singular marco, a ese: “ambiente alegre y palaciego que fue, cual Versalles pampeano, lugar de encantadoras fiestas organizadas por ella, y disfrutadas por la juventud dorada de la época”. En tal peculiar entorno, brindó entusiasta, su natural versatilidad en el desempeño de los distintos roles que le tocó desempeñar, tales como ser la anfitriona y a la par, centro indiscutido de las reuniones sociales en las que desplegaba sus innegables dotes de simpatía y fina sensibilidad. Era una mujer muy capaz de percibir los distintos matices en su interacción con visitantes de distinta extracción social, tanto de la sociedad local, como con allegados del viejo mundo, incluyendo a distinguidos caballeros del cuerpo diplomático que quedaban cautivados con su persona… por su sutil desenfado, dotado de gracia y distinción. Desde el fallecimiento de su madre se convirtió en un valioso instrumento político de su padre aunque, según sus dichos, su tarea principal fue ser su dulce compañera; misión a la que se consagró enteramente. Lo cuidó y lo acompañó con inalterable consecuencia durante el período que duró su largo gobierno. 

Tiempo después, penetramos en su largo y definitivo exilio a través de su correspondencia, que mantuvo con su dilecta amiga Josefa Gómez (“Pepita”). Sus cartas son un manantial cristalino, en el que bulle la dignidad de su alma y la ternura inefable de su corazón. En aquellas lejanías, se refugia en los afectos familiares, los cuales prevalecieron por sobre las nostalgias de un pasado glamoroso. 

Manuel: Madre, cuéntanos algo de tu vida en tu país, sin soslayar su marco; o sea, sin omitir en lo posible sucesos, y lugares pintorescos, En lo posible, hazlo de forma amena, a fin de adentrarnos en un país que ya forma parte de nuestra vida cotidiana y es motivo de vuestras añoranzas y desvelos. 

Infancia y Juventud

Rodrigo: Tu pasado, tu imagen, tus tareas, significan para nosotros un valioso testimonio que siempre atesoraremos, para nosotros, y para nuestros hijos, a los que, según tus propios dichos, hay que darle alas, pero también raíces. 

Manuela: No es tarea fácil lo que piden, sobre todo a mi edad donde la memoria no siempre resulta fiel, lo haría gustosa en tanto Máximo me brinde su ayuda para recordar, y darle coherencia al relato. Él, como ustedes saben, es un hombre, memorioso y lúcido.

-Bueno hijos- de mi infancia y adolescencia rescato el tiempo de “muñecas” y largas temporadas en el campo, cabalgando hasta los más chúcaros y lograr ser, a ojos de mis padres, una verdadera amazona. Mi educación, no se destacó sobre el común de las niñas de nuestra época: leer escribir, hacer cuentas, un poco de francés y, ya de mayorcita, traté, cuanto menos, de entender el inglés. Creo haberlo logrado. Me aficioné a la música, y, sin poseer una gran voz, me encantaba cantar con acompañamiento de piano o guitarra, algunas vidalas y “romanzas” de moda, en tertulias, tanto en la ciudad como en Palermo.

Casona de la familia Ezcurra. Allí funcionó la sede del gobierno rosista durante 15 años (1833/48) fue al par, el domicilio particular  de la familia de Rosas, allí Manuelita pasó su infancia, adolescencia, y parte de su juventud. Estaba ubicada en la esquina de las actuales  Moreno y Bolívar.
Casona de la familia Ezcurra. Allí funcionó la sede del gobierno rosista durante 15 años (1833/48) fue al par, el domicilio particular  de la familia de Rosas, allí Manuelita pasó su infancia, adolescencia, y parte de su juventud. Estaba ubicada en la esquina de las actuales  Moreno y Bolívar.

“En tiempos de mi adolescencia la casa de mis padres era un comité público, lleno de gente de todo pelaje y catadura, solo se vivía para la política. Oía a menudo, aún dentro de mi habitación, el eco de sus voces, el ruido de las armas, el clamor de turbas que ovacionaban a mi tatita (1793/1877) y los vituperios de mi madre (doña Encarnación Ezcurra 1795/1838) contra sus enemigos y amigos timoratos. En verdad, para mi espíritu, era un inaudible eco lejano. Nunca prendieron en mí, ni alteraron mi habitual comportamiento ante la vida y las personas. En verdad, debo decir que sentía una verdadera liberación evadirme de aquel ambiente ruidoso y “cargado” de aquella casa; me encaminaba entonces a lo de mi abuela paterna, que también era de carácter “fuerte”, pero al menos allí disfrutaba de sosiego e intimidad familiar.

Agente político confidencial

Máximo: Me atrevo a afirmar que, de la influencia de esas dos mujeres, madre y abuela, se arraiga en su mente, el concepto inquebrantable de obediencia, con que rige su futuro comportamiento. Con su padre se complementaban maravillosamente; muchas veces los imaginaba como una armoniosa yunta bueyes tirando de un mismo carro y sometidos bajo el yugo de distintas responsabilidades, y distintos propósitos. Don Juan Manuel la necesitaba no solo como apoyo afectivo, sino también, como una herramienta necesaria, para la ejecución de su acción política, o sea, que veía en ella, la persona que habría de ejecutar con fidelidad lo que él no quería o no le convenía hacer ni mirar. Creo que tu padre confió solamente en dos personas: en ti, y en tu finada madre: doña Encarnación; quien, ignoraba la clemencia y la sonrisa que vierte simpatía en los corazones. Ese vacío fue llenado por vuestra madre. La que con ejemplar dedicación, desempeñó la tarea de instrumento político, para lo cual, su padre le hacía firmar las notas dirigidas a terceros que él mismo concebía. La requería como agente confidencial en los casos en que su nombre y presencia podría producir el efecto deseado. 

Rodrigo: ¡Astuto y manipulador el abuelo! hay que reconocer que en tal condición era un verdadero maestro ja, ja, ja … ¡y muy zorro! 

Manuel: Sin duda, pero era un hombre que sabía bien lo que hacía, prueba de lo cual, es el largo período que se mantuvo en el poder. 

Máximo: Otro rasgo singular de su carácter era la habilidad y sutileza que tenía para redactar la correspondencia; utilizaba distintos textos según la psicología, cultura y personalidad del destinatario, así pues, utilizaba el lenguaje gauchesco con su peculiar ortografía, cuando se dirigía a elementos políticos, como Vicente González más conocido como “el Carancho del Monte”. 

Manuela: Es cierto, además me confiaba el cuidado de los papeles políticos secretos, yo ejecutaba todo lo que él me encomendaba, y muy orgullosa de merecer su confianza.

Rodrigo: ¿Desde cuándo te involucró de lleno en esa labor … tan … confidencial?

Manuela: La ayuda que le brinde en asuntos relacionados con la política, da comienzo a partir del fallecimiento de mi madre en octubre de 1838. Tenía por entonces 21 años. 

Máximo: Importa que ustedes sepan que, a pesar de la intervención en los entretelones de algunos asuntos públicos y políticos, como elemento dócil de su padre, ninguno de los enemigos de Rosas, aún en los momentos de mayor exacerbación en las pasiones, y de odio más violento en contra del tirano, jamás, tuvieron una palabra de protesta, ni siquiera de reproche para con Manuelita. Sus contemporáneos, sin distinción de color político, la respetaron unánimemente reconociendo las altas cualidades de su espíritu.

Su Apariencia física

Manuel: Hoy por hoy, existe la fotografía. De aquella época, solo contamos con las imágenes de nuestra madre reflejadas en las pinturas de Prilidiano Pueyrredón, el dibujo de Fernando García del Molino, ah … y un mal logrado daguerrotipo que data de 1845. La pregunta es: ¡Hay descripciones literarias referidas a su apariencia física que nos permita saber cómo era en esos años? 

Máximo: -Las hay y, si mal no recuerdo, creo que son cuatro- todos ellos la recrean con fidelidad y, en distintas épocas de su vida. La de su primo Lucio V. Mansilla publicada (1) en sus Memorias, la de José Mármol (2) quien, como saben, publicó una novela que no deja bien parado a Rosas ni a su régimen, la del reconocido escritor Ventura de la Vega (3) que la hizo pública, luego de su visita a Inglaterra en diciembre de 1852, en la cual la vio así: “Apareció frente a mí vestida de mañana, con una bata o peinador blanco, y una cinta bordada de encarnado al cuello. Yo la saludé, y ella se quedó parada mirándome como si quisiera reconocerme… Tiene muy bonito cuerpo y un aire de lo más distinguido y elegante que se puede ver. Su conversación es franca, pero muy fina, y con golpes de talento que dejan a uno parado (4)«. Guillermo Mac Cann, un viajero inglés que arribó al puerto de Buenos Aires en 1847 (5) la recuerda así: “La hija de Rosas, que posee grandes atractivos, dispone de muchos recursos para cautivar a sus visitantes y ganar su confianza. En una de mis visitas a la casa su padre se encontraba ocupado, montó enseguida a caballo, y juntos, nos echamos a galopar a través del bosque. Es una excelente amazona y me dejaba atrás con tanta frecuencia, que, hasta se me hacía imposible protegerla de los mosquitos del cuello y los brazos, como me lo ordenaba el protocolo. Ya anochecido, se nos reunió Rosas y continuó hablando de política hasta la medianoche. Mientras nos paseábamos por los corredores del patio, Manuelita vino corriendo hacia su padre y abrazándolo, le reconvino cariñosamente por quedarse hasta esas horas en el frío de la noche. Llamaron entonces a un empleado de la casa para que me hiciera compañía hasta la ciudad, y antes de que yo montara a caballo, corrió a buscar una capa de su padre, insistiendo que me la pusiera para abrigarme, porque amenazaba un viento “pampero (6)«.

Su noviazgo

Manuel: Por lo que cuentan, no nos cabe duda que nuestro padre, fue un señor ¡¡¡muy, pero muy … afortunado…!!! 

Manuela: ¡Gracias Manuel! por lo que me toca, pero estas incurriendo en un error, la afortunada fui yo al casarme con él, no dudo que, en ese aspecto, estarán de acuerdo conmigo ¿Verdad muchachos? 

Rodrigo: ¿Dónde se conocieron con papá, y a partir de cuándo intimaron? 

Manuela: Vaya pregunta a jamás se me hubiera ocurrido hacerla a nuestros padres a riesgo de sentirme impertinente. Pero, en fin, sea. Digo, si vuestro padre lo autoriza. 

Máximo: Adelante, tienes toda mi confianza … 

Manuela: Como saben, nuestros padres eran socios y amigos y, por ende, nos encontrábamos frecuentemente tanto en fiestas familiares o en eventos de distinto tipo. Confieso que, desde adolescente, siempre me atrajo su persona aunque, en esa época, Máximo era un joven algo tímido y retraído, no obstante notaban en él algunos gestos y actitudes con las cuales desnudaba claramente sus intenciones de ser parte exclusiva de mi intimidad. Finalmente, nuestro amor fue declarado y aceptado. Pero, surgió un obstáculo poderoso e inesperado. Mi padre, quien, aunque no impedía abiertamente mi noviazgo, fue siempre renuente a dar su venia para formalizar nuestra unión ante Dios. Siempre postergó su aprobación. Me necesitaba. Las razones ya las conocen. Nuestro matrimonio pudo al fin concretarse aquí en Londres en 1852, liberada ya, de la colaboración que le prestaba en la función pública. 

Máximo: O sea, cuando él se quedó sin motivos valederos para retenerla a su lado. 

Rodrigo: Sin comentarios. 

Manuel: Yo sí, y no es un reproche hacia ti madre, pero muchas mujeres de esta época, o sea, de fin de siglo, no aceptarían tamaña muestra de egoísmo. 

Manuela: No es necesario que les repita las razones ¿verdad? 

Manuelita en plena juventud (27 años) Dibujo  De Fernando García del Molino. Que captó   de maravilla lo expresivo de su rostro
Manuelita en plena juventud (27 años) Dibujo De Fernando García del Molino. Que captó de maravilla lo expresivo de su rostro

Palermo 

Manuela: Retomando, el relato, les diré que los mejores años de esa etapa de mi vida los pasé en la quinta de Palermo. Mi padre compró el primer terreno en el bajo en 1838, y, sucesivamente, lo fue haciendo con los linderos hasta completar, diez años después, una extensa superficie que según creo, abarcaban toda la superficie ubicada desde el filo de las barrancas hasta el río y desde lo que conocíamos como “La Batería” (Hoy Avenida Casares) hasta el arroyo Maldonado. En ese lugar, mis queridos muchachos, al que no pocas veces añoro, experimenté inolvidables intensas vivencias de distinto orden, asumiendo las responsabilidades que me tocaron en suerte, y que, por siempre, forman parte de lo mejor de mis recuerdos. Tiempos de los que hoy, me apena decirlo, son inexplicablemente bastardeados, por algunos de los que se decían nuestros amigos, y los que, salvo excepciones, se empeñaron en borrar todo vestigio de aquel prodigioso mundo “palermitano”. 

Manuel: No te preocupes, mamá, en toda época y lugar hubo y habrá gente que siempre se arrima al sol que más calienta, tratando de sacar su “tajada”. 

Manuela: Bien. Mi padre compró dichos terrenos, con la intención de concebir una quinta de descanso. En rigor, con el tiempo se transformó en algo mucho más que eso. Les diré que, en esos años, las que estaban de moda, eran las del barrio del sur, que tenían por frente a la llamada “Calle Larga” (hoy Avda. Montes de Oca). Era la zona elegida por lo mejor de la sociedad porteña. Cuando se enteraron que mi padre compraba tierras en el bañado, muchos comentaron socarronamente, su decisión y no quiero pensar lo que callaban; decían abiertamente que era una extravagancia de un hombre de campo. En rigor, tenían razón ya que eran lúgubres baldíos de tierras pantanosas. Tal empresa era en lo fáctico, de dudosa ejecución, tomando en cuenta la precariedad de los medios de la época. Sin embargo, para él, era un acto de fe, romper con dogmas y prejuicios y, demostrar a la multitud de incrédulos, su férrea determinación de lograr su cometido ¿Van comprendiendo ahora, porque vuestro abuelo prefirió ser propietario en ese lugar?, pudiendo hacerlo sobre las barrancas, a cubierto de los embates del río.

Juan Manuel de Rosas en 1820, a los 27 años.

Rodrigo: Se me ocurre que, además de testarudo, era un hombre que tenía muy alta su autoestima, y dinero en cantidad suficiente, para respaldar su proyecto. Por eso, no me extraña que haya encarado con frío cálculo esa inmensa tarea, pese a las dificultades que ésta entrañaba. 

Máximo: Por lo demás, sabía el muy travieso, que toda la ciudad, (amigos y enemigos) estarían pendiente de los resultados. 

Manuel: Máximo Es obvio que le encantaba estar en la mira de todos (Tal como lo hacen y lo hicieron los políticos profesionales, de ayer y de siempre). 

Máximo: Sus comentarios suenan irreverentes, aunque debo admitir que no son del todo desacertados. En lo personal, nunca dudé que se saldría con la suya. El Rosas de aquellos años, no daba un solo paso sin calibrar con precisión la factibilidad de sus proyectos, los que, por otra parte, eran todos de largo aliento. Sabía que gran parte del área estaba ubicada bajo la cota de inundación, y sabía que era un lugar de muy baja cotización en cuanto a su valor económico y social, tanto que el lugar, no tenía ningún tipo de atractivo del cual pudiera jactarse algún comprador en busca de “status”. 

Manuela: A mi padre se le había puesto entre ceja y ceja convertir esos terrenos anegadizos en el mejor y más florido parque que se haya visto hasta entonces. Por tal razón, era lógico que muchas personas, por lo bajo, expresaron su incredulidad acerca del éxito de la empresa. Tatita no solo no prestó oídos a tales comentarios, muy por el contrario, estoy segura que los mismos, obraron como un poderoso aliciente para el logro de sus tenaces propósitos. 

Rodrigo: ¿Cuáles fueron los primeros pasos de la obra? 

Manuela: Se comenzó por rellenar el pantano para lo cual sus capataces comenzaron a comprar miles y miles de metros cúbicos de tierra. 

Manuel: ¿De dónde hizo extraer tamañas cantidades? 

Máximo: Procedentes de una zona vecina (actual barrio de Belgrano) a dichos volúmenes se sumaron los excedentes de la apertura de un canal, que formó parte del proyecto. La tierra era transportada por medio de caravanas de carretas que llegaban de distintas direcciones procedentes de distintos pagos y distancias en sucesión interminable (Sarmiento se atreve a asegurar que fueron más de un millón, los contenidos de las carretas empleadas). Las tareas no solo consistían en aplicar sucesivas capas de tierra, fue necesario nivelar y habilitar una red de canales, a fin de desagotar el agua subyacente. 

Rodrigo: ¿Dichas aguas iban a desaguar al Río de la Plata? 

Manuela: Bueno no precisamente, ya que lo hacían a través de los arroyos de Palermo y el Maldonado. La tarea de escurrir el agua parecía interminable, pero, ¡al fin!, después de un tiempo que parecía interminable y mucho, mucho esfuerzo, pudimos presenciar con alegría, como el suelo se levantaba y el agua escurría por los canales. Tatita estaba obsesionado con su tarea. Pasaba buena parte del día, siguiendo de cerca sus progresos sin regresar a la ciudad. Para lo cual habitó un rancho preexistente en el lugar (7). El proyecto estaba orientado también a convertir a aquel pantano en el asiento de su gobierno. Para lo cual, decidió que la residencia debía lucir rodeada de jardines y bosques. Así pues, a los sauces, talas, y espinillos existentes, hizo agregar plantaciones de duraznos, naranjos, álamos ombúes, muchos de ellos traídos desde las islas del delta del Paraná. La tarea no fue sencilla, muy por el contrario, cuando las raíces …. llegaban al subsuelo aún cenagoso, estos empezaban a pudrirse, salvo los álamos. Tal circunstancia planteó un grave problema. Sin embargo, él no se desanimó, para salvar el inconveniente hizo volcar nuevas carretadas de tierra negra sobre el suelo, afirmando su férrea voluntad de salirse con la suya, y transformar totalmente a aquel páramo. Continuó sin pausa la plantación de árboles, cuyo número se contaba por miles. ¡Ay me cansé un poco! 

Manuela: ¡Estoy algo fatigada!, sigue tu… pausa 

Rodrigo, y Manuel: ¡Descansa unos momentos madre! ¡No tenemos prisa! 

Manuela: Retomo: Importa que sepan, que mi padre no usó un solo centavo del erario público. Todo lo costeó de su bolsillo. 

Máximo: Es verdad, era sabido que era uno de los mayores propietarios de tierras explotables de la provincia y posiblemente el más acaudalado. Así pues, las tareas que él llamaba de desmonte, terraplenado y rellenado, demandaron importantes sumas de dinero. Sus campos debieron trabajar y producir a pleno para cubrir sus costos.

La mítica residencia enmarcada

Manuela: Coincidentemente con tales tareas, se iba levantando la residencia. ¡Sí … querida Casona! 

Rodrigo: ¿De qué estilo fue concebida? 

Máximo: Tu abuelo eligió el colonial (con reminiscencias de arquitectura de estancia) , como afirmación de la realidad del país; denotando con ello, su oposición a toda manifestación arquitectónica de estilo foráneo. Por entonces, un poderoso país europeo (Francia) había declarado la guerra a la Confederación, bloqueando con su escuadra el puerto de Buenos Aires. Creo que, el de vuestro abuelo, fue un gesto, una afirmación de una arquitectura nacional nutrida en la tradición del país; o sea, más precisamente, el “barroco colonial hispanoamericano”. A propósito, les leeré unos apuntes que conservo de aquella época, cuyo autor aporta una síntesis de la idea: “La robusta macidez de la residencia, se aligeraba en las arquerías abiertas hacia aquella riqueza exterior de jardines, parques, estanque, montes de árboles frutales y, más lejos el río más ancho del mundo. De tal forma quedaba integrada la naturaleza a su arquitectura a la vez importante y sobria” (8) 

Rodrigo: Creo que fue un acierto buscar ese estilo, propio del acervo del país. Hubiera quedado francamente decepcionado si hubiera aplicado otros ajenos. 

Manuel: ¡Comparto plenamente tu opinión! 

Manuela: Su aspecto lo pueden apreciar en esta foto que data de 1875, en la que, en general, se mantiene aceptablemente, aunque extrañamos su entorno de jardines y bosques que daban realce a su encanto en su época de esplendor. 

Máximo: ¡impresionaba muy favorablemente! Es de una pureza colonial indiscutible, y de funcionalidad avanzada para la época. Yo la habité durante tres años. 

Manuel: ¿Existe actualmente? 

Máximo: Creemos que sí. Y podrá ser muy útil, si los funcionarios de gobierno la adaptan para desarrollar allí diversas actividades culturales. Sus espacios son lo suficientemente amplios (algo más de (5500 m2) aptos para tales fines. (9)

Acuarela de la época  El canal que unía el arroyo Manso con el piletón ubicado frente a la casona, de trazado paralelo al camino que unía a la ciudad con aquella. Estaba concebido con bordes y fondo de ladrillos.
Acuarela de la época El canal que unía el arroyo Manso con el piletón ubicado frente a la casona, de trazado paralelo al camino que unía a la ciudad con aquella. Estaba concebido con bordes y fondo de ladrillos.

Rodrigo: Acá, en Inglaterra, se ha aceptado, desde siempre, que todo referente histórico de carácter físico o artístico del pasado del país, es parte de nuestro acervo, y hace a nuestra identidad; más allá, de los juicios que nos merezcan períodos de distintas posturas políticas e ideológicas. Así pues, a nadie le resulta un desatino, que la arquitectura histórica, sea conservada a ultranza, y puesta periódicamente en valor. ¿A quién se le hubiera ocurrido demoler el “Woburn Abbey” o el “Kedleston Halle”, porque son de estilo “Georgiano”, y lo que es moda hoy día, es el “Victoriano”, o quitarle identidad a la universidad de Oxford, modificando su estructura con patrones actuales. 

Manuel: Además tal decisión, no es privativa de Inglaterra, ocurre igualmente en toda Europa. A ningún gobierno se le ocurriría demoler porque sí, a referentes de períodos históricos. 

Manuela: Aún conservo en mis retinas el aspecto exterior de nuestra casona de Palermo, la cual resplandecía siempre de un blanco purísimo. Los bosques y jardines tardaron en aparecer. Recuerdo todavía que, en 1842, los terrenos se mostraban medio vacíos, todo aparecía bastante desolado. Para alcanzar el nivel soñado por mi padre, hubo que trajinar algún tiempo más. Ocupamos la residencia de manera permanente en 1848 que, además, se transformó en la casa de gobierno y sede de las relaciones exteriores de la Confederación. Su interior constaba de 16 habitaciones. Del lado oeste de la finca estaba el gran salón donde se recibía a los diplomáticos y personalidades destacadas. A diferencia de nuestras costumbres actuales el mobiliario era sobrio pero decoroso. Los muebles eran de caoba. Las camas de bronce, los divanes y las sillas estaban tapizadas de rojo, al igual que los cortinados. Los pisos de baldosas, se cubrían con esteras durante el invierno. Solo el gran salón estaba alfombrado de manera permanente. En las galerías, bancos de caoba y mecedoras. 

Rodrigo: ¿Qué tipo de iluminación se utilizaba en esos años? 

Máximo: Lámparas de aceite. Las arañas del salón de recibo eran de caireles con sus respectivos fanales. (Las maderas que se utilizaron fueron de primera calidad y resistentes. (Cuando se demolió la casa, estaban en tan excelente estado de conservación que podían haberse empleado en nuevas construcciones). “Tradiciones y Recuerdos de Buenos Aires Manuel Bilbao, Pg. 127, Dictio.” 

Manuela: A su tiempo y con mucho esfuerzo, tatita logró obtener canteros de flores de contrastantes colores y grandes matas de abigarrado y armonioso aspecto, compuesto de plantas de aquel tiempo, tales como la reseda, el heliotropo, las camelias, los jazmines del Paraguay, aromas, laureles, multitud de rosales de las especies más exóticas, malvones, madreselvas y otras tantas que dejaban maravillados a los visitantes. 

Máximo: Cuadrillas de peones recorrían de un lado al otro los jardines, recogiendo las hojas caídas y limpiando los senderos, todo lucía inmaculado. 

Rodrigo: Lo que aquí llamaríamos un obsesivo del orden y de la limpieza. 

Manuel: ¿Llegó en verdad a ser tan exigente? 

Manuela: ¡Y no sabes hasta qué extremo! 

Manuela: Tenía para él, igual grado de exigencias. Habrán percibido que Rosas no era del tipo convencional y corriente. Él era muy personal. La gente que se ocupaba en esas tareas tenía sus compensaciones, pagaba sueldos que oscilaban entre los cien y 600 pesos, según las tareas. Te aseguro que eran los más altos de la época. 

Máximo: Poco más allá de los coloridos jardines que daban marco a la residencia, se divisaban los tupidos bosques de frutales, álamos y ombúes que había traído de distintos puntos del país. En lo más frondoso del bosque, daban singular galanura algunos bustos de mármol de figuras mitológicas ubicados sobre pedestales. En las márgenes del río, se conservó la vegetación preexistente. 

Rodrigo: Hace algún tiempo, madre, te oí mencionar que el camino desde y hacia la ciudad estaba según tus decires, sorprendentemente bien concebido, y mejor cuidado, tomando en cuenta los parámetros de la época. (10) 

Manuela: Y lo repito, era de vanguardia, en Inglaterra he visto algo similar luego de algunos años. Vuestro abuelo lo planificó lo hizo ejecutar, y al cabo resultó un modelo en su género. Además, nunca dejó de introducir mejoras e innovaciones en la quinta (11)

Rodrigo: ¿El lugar estaba destinado para uso privado e invitados? 

Máximo: Nada de eso, era abierto. No estaba rodeada de verjas ni de cercas. Ni había guardias controlando el libre tránsito de personas. Tal disposición, sorprendió siempre a los visitantes extranjeros. Estaba destinada al goce de quien quisiera recrearse. Así pues, los días domingos, las personas o familias que estaban en condiciones de hacerlo, solían organizar paseos en cabalgatas o carruajes. Algunas llevaban sus provisiones para permanecer en el lugar todo el día. Xavier Marmier viajero de origen francés, estuvo en Palermo en el año 1850 y dejó escritas sus impresiones de su visita a la quinta… (12)

Rodrigo: ¡Me repites que superficie tenía? 

Máximo: Llegó a tener 1335 acres o sea unas 500 hectáreas 

Manuel: ¡Vaya es de no creer! Hoy en Inglaterra no hay aquí quintas de esa extensión. Las de 400 acres pertenecen a la nobleza o personas de gran poder adquisitivo. 

Manuelita: Recuerdo que a causa de una gran tormenta, encalló sobre la ribera de la quinta un bergantín norteamericano, a la altura de lo que es hoy la avenida Sarmiento y como la nave había quedado inutilizada y librada a los embates del río los que, sin duda, con el paso del tiempo hubieran destruido, a mi padre se le ocurrió la idea de reparar la maltrecha embarcación y, al cabo, la transformó en un pabellón de descanso y recreación. Hizo eliminar los camarotes, mamparas y dependencias internas; de lo cual resultó un gran salón que fue utilizado para reuniones de todo tipo. Los asistentes podían recrearse de distintas formas, desde apreciar la vista y proximidad al río, tomar el fresco en el verano desde las reposeras de sus bordas. Se destinó un lugar en su interior para billares y hasta se ubicó un piano en el sector de popa para amenizar las reuniones con baile incluido.

Recuerdo también que subíamos a una barca con la cual solíamos bordear la línea de la ribera hacia el norte a fuerza de remos, para luego penetrar por la boca del Maldonado y, siguiendo su curso, llegábamos hasta un puente de madera que estaba tendido a la altura del Camino a Santa Fe (hoy avenida de ese nombre) eran aquellos días en que mi padre, decidía tomarse la tarde libre.

Casona de Rosas en Palermo frente al lago artificial 20 años después de abandonarla su dueño. Se la ve abandonada (1875).
Casona de Rosas en Palermo frente al lago artificial 20 años después de abandonarla su dueño. Se la ve abandonada (1875).

Xavier Marmier, viajero de origen francés, estuvo en Palermo en 1850 y dejó escrito sus impresiones de su visita a la quinta: “Yo no he visto en todo Buenos Aires más que un hermoso edificio -La casa de Rosas- forma ella solo una manzana y no tiene barrera que impida el acceso, ni cuerpo alguno de guardia que indique su entrada. Algunos grupos de soldados vestidos con chiripá rojo, acurrucados en el patio interior, son los únicos que con su presencia denunciaban que aquel edificio no era de un simple particular.».

Manuela Rosas de Terrero en 1872   a los 55 años con sus hijos Manuel
Manuela Rosas de Terrero en 1872 a los 55 años con sus hijos Manuel
Máximo (14) y Rodrigo Thomás (12). Ya con aspecto de “matrona” (ambos niños de cabellos rubios) como el abuelo materno. Se perdió su rastro, a partir de la muerte de Máximo ocurrida en Londres 1904 a la edad de 87 años.

Caseros: El fin de una época 

Palermo de San Benito
30 de enero de 1852 

Manuela: En la galería norte de la casona, mi padre se despidió, casi sin palabras. Eran como las seis de la tarde. Instantes después, montó en su caballo y partió con su escolta hacia Los Santos Lugares (13) para ponerse al frente de sus tropas. Sin volver la cabeza, se alejó para ya nunca volver a su ponderada quinta, resultado de su inclaudicable tesón, solo alcance a escuchar la sonoridad de los cascos y la nube de polvo que los fue envolviendo. Quedó en mí la íntima sospecha de un esquivo desenlace.

 

 Plano de la ciudad de Buenos Aires (sector Palermo) de Adolfo Sordeaux 1850.
 Plano de la ciudad de Buenos Aires (sector Palermo) de Adolfo Sordeaux 1850.

La casona está señalada con una cruz. Se percibe también con claridad las trazas del camino, a la ciudad, del arroyo Maldonado, el camino del Norte (Santa Fe) los bosques y jardines de la quinta y la vegetación original ribereña. A la izquierda el Arroyo Manso y su conexión con el canal central que seguía la traza del camino.

Palermo de San Benito
3 de febrero de 1852

Llegaba a mis oídos el lejano retumbar de los cañones; lo cual, despertó en mí la íntima sensación de que nuestra suerte estaba a punto de cambiar definitivamente.

Luego, un largo el silencio …

Las primeras noticias llegaron al caer la tarde.

Su portador fue el secretario de la legación británica, quien me informó en nombre del cónsul Mr. Robert Gore, que todo estaba perdido y que debía acompañarlo para reunirme con mi padre. Horas después, tomé el camino de Buenos Aires, pensando que para ambos una etapa de nuestras vidas había concluido.

Fueron aquellos, los últimos momentos para nosotros en nuestra querida patria, y en nuestro inolvidable Palermo. Lugar, que nunca se borrará de mis más preciados recuerdos. Allí quedó sepultada Manuelita, una nueva vida y un nuevo nombre daría comienzo para ella en el destierro. Allí sería la señora de Terrero que iniciaría un nuevo camino donde descubriría la dicha de ser madre.

7 de diciembre de 1897
22.30 horas

Había dejado de llover. Solitarias gotas brillantes, se deslizaban aún por los vidrios del ventanal. La sala quedó semi oscura sin que ellos lo hubieran notado. Solo los destellos flamígeros de las ascuas del hogar, iluminaban con distintos grados de intensidad, rostros serios y concentrados. Manuela se incorporó, y luego de encender un quinqué, puso fin a su relato: “Nada más puedo agregar, mis queridos muchachos de aquellos ya lejanos días, solo quedan en mi mente, algunas borrosas reminiscencias de una anciana nostálgica …».

Cartas desde el Exilio

Descuento que algunos se preguntarán qué fue de Manuela en Europa. A través de algunos párrafos de su correspondencia con algunos amigos, en especial con su dilecta Josefa Gómez, (Pepita) podemos penetrar en su intimidad, en la cual, prevalece la resignación, el recuerdo imperecedero de su Patria, y sus glamorosas horas en Palermo de San Benito. 

Southampton – Junio 7 de 1852

Pepita mi querida amiga: 

El 16 de febrero nos embarcamos con destino a Europa. La nave que nos condujo, fue un buque a vapor de nombre Concit) (Acuerdo) fue un viaje más largo de lo esperado a causa de los vientos y el mal estado de la máquina de vapor. Esto tuvo sus recompensas con las consideraciones y respetos con que afectuosamente fuimos tratados por el señor comandante y toda la oficialidad…

Todo lo que he visto en los puertos de este reino donde hemos parado, es admirable, las ciudades muy lindas y el campo delicioso. Los alimentos excelentes. Es un país tranquilo y propio para pasarla en él muy agradablemente, claro, teniendo dinero, pues todo es caro. En todos los puntos donde hemos estado hemos encontrado algunos amigos y una benevolencia estimable. Y como tenemos que vivir en la mayor economía, buscamos una casita en el campo donde acomodarnos y permanecer en ella por ahora, durante nos sea posible, hasta tanto resolver donde será nuestra residencia definitiva en Europa. En todo país extranjero el que no tiene recursos para vivir, tiene que perecer de necesidad, además de las dificultades que trae consigo dejar uno su país para residir en otro te extraño

…………………………………………………………………

Pepita querida. Reciba usted la expresión de íntima amistad con que soy su buena amiga y compatriota.

Manuelita se convierte en la señora de Terrero

Southampton, 26 de noviembre de 1852 

Querida Petronita: ¡Ya estoy unida a mi Máximo! El día 23 del pasado octubre en la iglesia católica de este pueblo recibimos la santa bendición nupcial que nuestros amantes corazones han esperado tantos años. Tú conoces a mi Máximo, puedes tener la certidumbre de que me hará completamente feliz (14)

Josefa Gómez (En era conocida en Palermo   como “La edecanita” Fue la más fiel amiga de   Manuelita; su relación perduró en el exilio de su  amiga, prueba de lo cual fue la profusa correspondencia  mantenida entre ambas hasta el fallecimiento de   Josefa en 1874
Josefa Gómez fue la más fiel amiga de Manuelita; su relación perduró en el exilio de su amiga, prueba de lo cual fue la profusa correspondencia mantenida entre ambas hasta el fallecimiento de Josefa en 1874
Londres, Hapstead, Mayo 6 de 1858                                             

“Mi querido “tatita” partió ya para Southampton, (a una chacra que había arrendado) pero la fácil comunicación en estos países, me proporciona el consuelo de tener casi diariamente sus noticias, y de saber que disfruta de la mejor salud, …

“Mi inglés, (Manuel Máximo, que había nacido en 1856) está monísimo, ya te conoce por el retrato te llama “mama dear friend” (La querida amiga de mama)

Londres, Hampstead, Enero 5 de 1859

Mi querida amiga: 

. La clase de vida que llevo en Europa, es de hija, y esposa además de la carga de sentir la prolongación de nuestras desgracias, y de los dobles deberes que me imponen mis hijos Manuel Máximo y (Rodrigo Thomás) 

 Hapstead, Londres, Enero, 4 de 1860 

Mi buena y querida amiga: 

… El general Rosas reducido a vivir del trabajo de sus manos a la edad de 67 años. Y de los pocos recursos con que contó en el destierro, (y eso debidos a un acaso providencial, los cuales tocaron ya su término). Arrojado de su patria, sometido sin murmurar a su destino, fiel a sus principios, sin faltar un ápice de respeto a la autoridad, sea quien sea el que la represente, privado de su legítima fortuna, injuriado sin cesar y, entretanto, viviendo en la necesidad. 

Hapstead, Londres, Junio 7 de 1861 

Mi querida amiga Pepita: 

Recién hoy hemos recibido nuestras cartas, y bien comprenderás que las noticias que nos han traído respecto del estado político del País; del horrible y lamentable terremoto de Mendoza y del infame juicio y sentencia dada por el juez de primera instancia contra mi querido tatita, son bien desagradables para nosotros, así que te estoy escribiendo con mi espíritu muy mal templado, sin embargo, el escribirte, alegra mi corazón. No creas que es la sentencia contra Tatita la que me preocupa, no Pepita, pues este juicio y todo ello no es sino una farsa ridícula que aquí, como en otros países, le darán el valor que ello tiene; es pensar en lo malvado que son los hombres, y como se lanzan a la calumnia más atroz, sin respeto a Dios y a la sociedad en que viven, que es testigo de sus mentiras e iniquidades. Dime Pepita, y pregúntale al Dr. Vélez (Dalmacio Vélez Sarsfield, 1800/75, autor del Código Civil) de mi parte: ¿Cómo es que muchos de los personajes que figuran en la actualidad se resolvían a frecuentar mi sociedad, y divertirse en ella sin mirar y causarles entonces, el horror, a las mutilaciones de las víctimas, cuya piel desollada, cuyas orejas curtidas, cuyas cabezas sangrientas, servían de adorno en los salones de la residencia? A fé que tu misma veías a Elizalde (Rufino de Elizalde, 1822/87, ministro de Relaciones Exteriores durante la presidencia del general Mitre) y a muchos otros visitar esos salones noche a noche. El mismo Doctor Vélez, que tantas veces me llamó mi amigo, es testigo de esa atroz calumnia. Dios sabe que, a pesar de todo, los he perdonado, pero son tan tenaces en la ofensa, pese a que estamos tan lejos y desgraciados y sin meternos con nadie, que no puedo dejar de lamentar la injusticia, con que nos tratan nuestros paisanos …Pero basta de un asunto tan desagradable, piensa siempre en tu amiga y en la justicia de sus reflexiones (15).

Londres, enero 8 de 1864 

Mi muy amiga y querida Pepita:

… “Mucho y deveras te recordamos con mi Máximo. Dios sabe que hoy, nuestros íntimos deseos son puramente reducidos a la tranquilidad y prosperidad del País y por ello, ruego sin cesar el acierto, a quienes dirigen sus destinos. Mi tía Merceditas (Mercedes Ortiz de Rosas de Rivera) e Ignacita, me escriben muy esperanzadas acerca de la devolución de mis bienes, y, por cierto, que no he podido menos de reírme de los proyectos que imaginan solventados con tales dineros Por mi parte no sé lo que haré, si tengo que disponer de la parte que me toca, pero sí, te aseguro que tus esfuerzos para conseguirlos, jamás se borrarán de mi memoria. ¡Ojalá se cumplan sus anuncios!, en los que no me atrevo a imaginar que sean posibles, por el temor de quedarme chasqueada… (sus bienes nunca fueron devueltos) 

Londres, abril 22 de 1864 

Mi buena y muy querida amiga Pepita 

…” Mi gratitud para con el general Urquiza, (16) es en proporción al cariño que tengo a mi “tatita” y el que tú sabes valorar; pero no es de mi resorte dirigirle expresiones de reconocimiento que el beneficiado (Rosas) sabrá sin duda cumplir. Entre tanto, mi corazón íntimamente agradecido abunda en ellas … A la verdad Pepita, que la situación de mi querido “Tatita” era bien crítica, y aún después que salí de nuestra Patria no he sido (yo) carga para él, ni en un medio “real” … 

Londres, octubre 5 de 1865

Mi muy querida amiga Pepita: 

… Tus cartas de julio las recibí en casa de mi padre, donde estuve disfrutando de su compañía tres semanas, así pues, fueron leídas bajo el pobre techo empajado, único albergue que le queda hoy al hombre que la habita, y a quien los vaivenes de la vida y la injusticia atroz de sus compatriotas reducen hoy a tener que trabajar sin descanso para obtener hoy su subsistencia. Bien comprenderás cuál habrá sido su contento y el nuestro, al vernos todos reunidos, así fue que aún a pesar de la estrechez de sus ranchos, todos nos creíamos en un palacio, gozando de las mayores comodidades. ¡Pobre tatita!, me dijo varias veces, la satisfacción que sentía al verme tan contenta en su pobre morada. Sus nietos lo distraían de tal modo, que después que lo dejamos, -dice la sirvienta- que no hablaba sino de ellos, festejando sus travesuras, y, sobre todo, las ocurrencias de Rodrigo que es idéntico a él en lo bromista … 

Londres, agosto 7 de 1866

Mi muy querida amiga Pepita: 

… Me has hechos reír con lo que me cuentas del miedo que tuviste el año pasado cuando montaste un caballo. Quién puede creer que tal hecho haya sucedido habiendo sido antes una de las primeras jinetas del país. Si no te hubieses apoltronado antes de tiempo, y hubieses continuado dando tus paseos a caballo, no estarías tan gruesa, y tu salud se habría conservado mejor. Te aseguro que, si yo pudiera vivir en una casa de campo, tendría mi caballo y todos los días saldría a dar un galope, como lo hago cuando voy a la chacra de tatita. Lo que sí no haría, es salir por las calles, pues soy demasiado gruesa para eso, pero miedo no tengo ninguno. Mi pobre padre se encanta cuando me ve montar su caballo, y mis hijos me juegan carreras. Máximo es quien no queda muy conforme, pues dice que, si rueda el caballo y, como mi cuerpo es tan pesado, puede ocurrir una desgracia. Pero yo, con tal de darle el gusto a tatita, no escucho esas reflexiones … ¡Cuídate mucho! y no olvides mi consejo anterior de hacer mucho ejercicio a pie. Establece como sistema salir todos los días a dar una caminata, yo conozco bien esa práctica por experiencia, y siempre digo a Máximo, que el no habernos sido posible tener un carruaje, es un bien para mi salud, pues la necesidad me hace caminar largas distancias. Solo para ir a misa tengo que andar tres cuartos de hora, y subiendo una colina que a su vez es un buen ejercicio para una gorda como yo. Pero a Dios gracias soy tan ágil, que no me pesa la carne, y los años y en casa me muevo bastante. Estoy siempre contenta en mi “cueva”. Pero siendo que todo lo muevo en ella, tengo que salir frecuentemente, aunque sea por la vecindad a realizar las diligencias del día. y ese ejercicio me hace bien, sin duda alguna.  

Londres, diciembre 8 de 1866

Mi muy querida Pepita: 

Ciertamente, la prolongación de la guerra (del Paraguay) en esos países es una circunstancia aterrante para todo corazón verdaderamente patriota … Tu carta para el señor Alberdi (Juan Bautista Alberdi 1810/84) por entonces embajador en París) fue remitida en el momento que nos llegó, y este señor, siempre tan fino y caballero, avisó inmediatamente a Máximo su recibo. … Cada paquete (correo) que se anuncia, esperamos traiga algunas noticias favorables sobre arreglos de paz, pero en vez de esto solo oímos del modo espantoso que se derrama la sangre de nuestros hermanos … “Ante todo, créeme, Pepita querida, que no tengo palabras bastantes para manifestar mi satisfacción y consuelo al considerar y apreciar las repetidas pruebas de tu consecuente y verdadera amistad, tanto más valiosa al recordar la multitud de otras que fallaron, o son indiferentes a nuestros infortunios. No está en mí quejarme, pero hay momentos en que, recordando como fui y procedí con cuanto me rodeaba, veo cuán rara es la voz, si no amiga, justa al menos, que se levante para recordarlo en mi obsequio, no puedo prescindir de lamentar la terrible inconsecuencia y los tristes desengaños de la vida”

Epílogo

A pesar de la persecución con que sus contemporáneos castigaron a Rosas en el destierro. Manuela guardaba para su país el más hondo y acendrado patriotismo “nadie más que yo desea a mi querido país un ser tranquilo y próspero. Nadie lo saludaría con más entusiasmo, pues ya conoces que mi corazón y mis sentimientos no tienen otro anhelo que la suerte y felicidad de mi patria”

Don Jacinto Anzorena que visitaba frecuentemente en Londres a Manuela, dice en una carta recientemente publicada, que jamás le oyó una sola palabra de encono para nadie; todo lo contrario; recordaba con interés los progresos y la evolución de la Patria, dejando traslucir sus deseos de volver a verla. “No me olvidaré que un día -escribe el señor Anzorena- que admirando el famoso sable que San Martín obsequió a Rosas, pregunté a la señora porque no lo regalaba al Museo Histórico de Buenos Aires. Mi ingenua pregunta tuvo esta rápida respuesta del señor Terrero: Este sable no volverá a la Argentina sino con los restos del general Rosas. Ante mi sorpresa, intervino doña Manuelita, diciendo: ‘No Máximo, este niño tiene razón, esa reliquia debe volver a Buenos Aires; y a su tiempo los argentinos le harán justicia a tatita’”. 

Manuela Rosas de Terrero falleció la noche del 17 de septiembre de 1898 a la edad de 81 años, a poco de finalizar un caluroso verano londinense. Se fue, en la dulce tranquilidad de su venerable vejez, después de haber cumplido sobradamente su misión de hija amorosa, esposa y madre ejemplar. Se fue, sin rencores ni remordimientos, y con inconmovible fe, en el porvenir venturoso de la patria. 

Cinco meses después, el 3 de febrero, de 1899, aniversario de la batalla de Caseros, un intendente, cabeza visible de una generación tenaz destructora de valiosos testimonios del pasado, mandó demoler, impiadosamente, ¡y sin ninguna necesidad urbanística, la mítica casona de Palermo …!

Alberto Pereira Ríos
Mar del Plata – Marzo de 2019

Hoy esquina de Avenida Del Libertador y Sarmiento
Hoy esquina de Avenida Del Libertador y Sarmiento
La imagen muestra un carruaje circulando por lo que hoy sería la Avda. Sarmiento, el canal y el camino antecedente de la actual Avenida. Del Libertador. Atrás de la residencia se ven las dependencias auxiliares. La forma de la misma semejaba un cuadrilátero de unos 90 metros de lado. En cada extremo de la misma había volúmenes rectangulares semejando a baluartes de fortaleza. Abarcaba poco menos de una manzana actual. 

 Notas 

1) Lucio Victorio Mansilla, 1831/1913 (hijo de Agustina la hermana menor de Rosas 1816/98 (Tenía fama de ser la mujer más hermosa de Buenos Aires) sus difundidas “Mis Memorias”, contienen el texto de referencia.

Fue hombre polifacético; periodista, general de la Nación, diplomático, escritor y hombre de mundo. Autor de un clásico de la literatura del siglo XIX: “Una Excursión a los indios ranqueles”

2) Mármol, José, escritor y diplomático (1817/1871 autor de la novela romántica “Amalia”, ambientada en esa época de claro sesgo anti rosista. Para muchos historiadores de la escuela “Revisionista” resulta ser un mero folletín.

3) Escritor nacido en Buenos Aires quien desarrolló su actividad literaria en España.

4) En “La quinta de Rosas en Palermo” sinopsis publicada en Monografías.com, el autor transcribe la información que se ha publicado en esa época acerca de los mismos; tanto como las ingentes tareas que demandaron su realización. La quinta se extendía hacia 1848, entre la actual calle Ugarteche hasta el arroyo Maldonado limitaba por el sud oeste por la Avenida Santa Fe (Por entonces Camino a Santa Fe) y al noreste con el Río de la Plata. Además de algunos lotes aislados frente a la sede central del Automóvil Club Argentino. Sumaban un total de unas quinientas hectáreas

5) Autor de “Viaje a caballo por las provincias argentinas”, editada por la editorial Solar Hachette en Bs. As. 1969.

6) “Respecto a su padre diré que su trato es llano y familia, que muy luego el visitante se siente enteramente cómodo frente a él, la facilidad y tacto con que trataba los diversos asuntos ganaban insensiblemente la confianza de su interlocutor. El extranjero más prevenido, después de apartarse de su presencia sentía que las maneras de ese hombre eran espontáneas y agradables. Expreso ahora estos rasgos de carácter con mucha complacencia -y sin darle más importancia de la que tienen- en la esperanza de que puedan contribuir a disipar en algo la espesa nube de prejuicios que oscurece la reputación del general Rosas y de su hija en la adversidad” 

7) Dicha vivienda, estaba ubicada en lo que es hoy la Avenida Figueroa Alcorta y Sarmiento) Aproximadamente donde 40 años después, se habría de instalar el célebre “Café de Hansen”, mítico punto de referencia de los albores del tango.

8) Tal brote de neocolonialismo en los años cincuenta se percibe, no solo en la mansión de Palermo si no también en La Aduana Taylor. (1856)

(9) Infortunadamente sus buenos deseos, no fueron coincidentes con los que gobernaban el país por entonces, quienes resolvieron demolerla el 3 de febrero de 1899 en conmemoración a la batalla de Caseros. desatino, se produjo durante la presidencia del General Roca 1898/1904. Y su mayor responsable fue Adolfo Bullrich intendente de Buenos Aires. 1898/1902. Una generación que si bien, contribuyó al progreso del país, destruyó buena parte del patrimonio histórico. Se llegó incluso a tener tanta fobia por la tradición, que se maquilló el mismísimo cabildo transformándolo en un adefesio. A tal punto que tuvieron que restaurarlo a fin de lograr su antigua fisonomía en el año 1940 aunque por razones de seguridad concibieron la torre de menor altura que la original.

(9) Había peones que no tenían otro empleo que perseguir y eliminar las hormigas, otros de limpiar los árboles de los insectos que se pegan a sus hojas, y algunos más, cuya especial ocupación consistía en conservar las “casuchas” de los naranjos que eran una suerte de cubierta de paja o totora atada con tientos destinada a cubrirlos durante el invierno (Había en Palermo cerca de tres mil naranjos)

10) Durante algunos años fue en el más transitado del país. Era llamado: “De Palermo” o “Del Bajo hacia el Maldonado” Era por entonces una pintoresca y recta avenida con dos carriles. Uno de tránsito rápido y otro de paseo. Tenía, con todo, unos 54 metros de ancho. El de tránsito rápido, (solo para jinetes) era llamado “Camino Carretero” y tenía 10 metros de ancho. Y el destinado a tránsito de paseo (carruajes) 20 metros) Cubría una longitud de 1600 metros. En el centro aprovechando una depresión hizo construir un canal de 7 metros de ancho. Paralelos a los carriles se situaban franjas de 4 metros, espacio destinado a marco vegetal compuesto de hileras de álamos y naranjos. A ambos extremos había banquinas y zanjas dispuestas para desagües. Todo el conjunto estaba enmarcado por rejas y pilares de ladrillo, pintados con el emblemático rojo punzó. Lo armónico del conjunto aportaba una impresión favorable a los viajeros.

En febrero de 1851, llegó a Buenos Aires el comodoro Mac Keever de origen norteamericano comandante de las fuerzas navales estacionadas en el Atlántico Sur. Deseoso de entrevistarse con Rosas logró su propósito el día 22, lo visitó en Palermo acompañado del capellán C.S. Stewart, quien muy buen relator de viajes

11) De un arroyo llamado Manso que circula hoy bajo la calle Austria, se modificó su curso logrando que su caudal desaguara en el canal (detalle que puede apreciarse en el plano de Sordeaux de 1850 de la ciudad) con tal interrupción se clausuró su salida al Río de la Plata. Las aguas del canal desembocaban en el estanque central, ubicado frente a la casona el cual medía 80 metros de largo por 25 de ancho. Como factor estético no era nada desdeñable, aunque la recreación fue el destino principal para lo cual fue creado (se podía navegar en bote, tal como se aprecia en las acuarelas de pags. 10 y 19.

 El estanque servía además como reserva de agua. Mediante un sistema de compuertas, se contenía su caudal durante las bajantes, y hacía posible, su salida en días de lluvias intensas. A su vez, los zanjones, actuaban también como reguladores del nivel.

12) “Yo no he visto en todo Buenos Aires más que un hermoso edificio -La casa de Rosas-_ Ha sido construida por un arquitecto hábil, según el plano general de las casas de la ciudad y sobre dimensiones cuya extensión no altera en nada la sobria elegancia. Forma ella sola una manzana y no tiene barrera que impida el acceso ni cuerpo alguno de guardia que indique su entrada. Algunos grupos de soldados vestidos con chiripás rojos, acurrucados en el patio interior, son los únicos que con su presencia denuncian que aquel edificio no es de un simple particular …”

13) Allí estableció el cuartel general de sus tropas. Actual Partido de San Martín

14) Dignísimo joven, el hijo de su mejor amigo don Juan Nepomuceno Terrero. Pero en el destierro, ante la miseria que le amenazaba, Rosas perseguido, vilipendiado por sus compatriotas, consintió, a más no poder, en que su niña se uniera con Máximo. Poco después, Manuela y Máximo se instalaron en Londres. Rosas quedó solo en Southampton, donde arrendó una granja, en la que trabajaba para vivir.

15) Manuela en su carta a Josefa Gómez lamenta los cargos que le hicieron a Rosas para justificar la sentencia por traición a la Patria. 

16) Por mediación del general l Urquiza se hizo posible la venta de la estancia San Martín (una de las propiedades de Rosas, que hasta entonces había sido confiscada por el gobierno de Buenos Aires). Con el producto de esa venta, le fue posible salir por un tiempo de sus crónicos agobios económicos. 

Obras Consultadas: 

  • Bilbao, Manuel. Tradiciones y Recuerdo de Buenos Aires. Dictio, Bs As. 1981
  • Boletín 13 del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Bs. As. 1989
  • Busaniche, José Luis. Estampas del Pasado. Bs. As. 1959. Hachette
  • Gálvez, Manuel. Vida de Juan Manuel de Rosas. Bs As. 1949.Tor
  • Ibarguren, Carlos. Manuelita Rosas, Bs. As. 1933. Roldán Editor
  • Maccann, William. Viaje a caballo por las provincias argentinas. Solar Hachette. Bs. As. 1969
  • Saldías, Adolfo. Historia de la Confederación Argentina. Bs. As. 1978. EUDEBA
  • Sánchez Zinny, E.F. Manuelita Rosas y Ezcurra. Bs.As. 1941. Impr. López
  • Rev. “Buenos Aires nos cuenta”. Dir. Elsa Casella de Calderón 1991
  • Enlace Externo: Pereira Ríos, A. La quinta de Rosas en Palermo. Monografías.com

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