Reportaje a Graciela Barreiro directora del Jardín Botánico Carlos Thays

La directora del Jardín Botánico Carlos Thays habla sobre su trabajo, el patrimonio del jardín y la historia. Recorre los senderos orgullosa. Es un trabajo largo, que comenzó con lo más básico, con la tierra, con el estudio de planos de Thays, con la búsqueda en archivos para tratar de conocer la historia de cada planta.

En 2010, la llegada de Graciela Barreiro fue noticia: salvo por los casos de Carlos Thays y Benito Carrasco, era la primera vez que se ac­cedía a la dirección del Jardín Botánico por un concurso público de antecedentes y oposición. Ingeniera agrónoma y magister en gestión am­biental, la directora trabajó en asesorías, tuvo viveros, estudió propagación de plantas y cul­tivo. También dirigió una revista dedicada a jardinería y ambiente y es docente en gestión de espacios y conservación en la Universidad de Belgrano. El tiempo le alcanza para cumplir res­ponsabilidades honorarias como consejera de la Asociación Internacional de Jardines Botánicos y ser regente en la academia de la Federación Internacional de Administraciones de Parques. SE entiende cómo ganó el concurso.


Desde que asumió, Graciela Barreiro buscó devolver su razón de ser a una institución a la que muchos veían como «una plaza de gatos». Dice que su primer objetivo fue transformar el Botánico en un sitio de investigación y con­servación de excelencia. Entre la novedad y la restauración, la labor de Barreiro se ve en la disposición de las plantas, en el trabajo de los jardineros y el personal de mantenimiento, en la recuperación de la planta de yerba mate.En uno de los pasajes, un hombre la saluda.


«Es un ingeniero agrónomo, fundador de un jardín botánico en Azul –dice–. Es vecino de este Jardín y está tan contento con los cambios, y a mí me pone muy orgullosa cuando vienen de alguien que es importante en el medio.»


¿Hubo que trabajar en la educación del pú­blico en cuanto al Jardín?


Una pelea tremenda que tenía cuando llegué era por las hojas: yo no barro las hojas de los canteros, porque las hojas tienen que devolver­le los nutrientes al suelo. La gente se enojaba. Los vecinos decían que estaba desprolijo. Sí sacamos la de los senderos, pero no la de los canteros. Eran explicaciones tremendas, pero se van educando. En los fines de semana quizá se genera algún mal uso, pero no es tan grave.


¿Qué material buscaba en los archivos so­bre Thays?


La familia Thays ha donado una cantidad enorme de archivos históricos. Pero no hay mucho material sobre el Jardín. No hay mucho antecedente, aunque los dos libros que exis­ten ayudan mucho. La historia de las plantas es un enigma.


¿No se sabe cómo llegaron?


Sé que Thays fue viajando. Hacía jardines en Cór­doba, Tucumán. De allá habrá traído semillas. Ahora estamos reconstruyendo la memoria en la medida que podemos. Y lo que estamos hacien­do, desde que llegué, que es básico, es registrar todo lo que hacemos con cada planta. Ahora sí tenemos una memoria para que quien venga después sepa lo que hicimos. Llega una semilla: se anota de dónde viene, a dónde va, qué día se planta, cómo, si brotó, a dónde ponemos la plan­ta, qué día, en qué parte del jardín está.


¿Eso es lo que faltaba?


Claro. No sabemos cómo vino esa tipa, por ejemplo.


¿Estaba muy desdibujada la huella del fun­dador, la idea de Botánico en general?


Estas áreas con canteros pequeños, de dise­ño original de Thays, por ejemplo, son áreas sistemáticas, donde las plantas están ordena­das por familias: mirtáceas (de la familia de los eucaliptus), y así… Cuando llegué, habían desaparecido los canteros. No veías los bor­des, ni los caminos. Los estamos redibujando, completando las colecciones a medida que podemos. Eso con los planos originales, to­mando las medidas, todo. Por suerte tenemos los planos originales, de puño y letra de Thays diciendo para qué se usaba.


¿Se ven muchas contradicciones en los mo­dos de cuidar el Jardín de las direcciones pasadas?


En los años sesenta hubo un gran cambio de las colecciones botánicas. Decidieron otra, dife­rente, y se alteró todo. Ahora nos es muy difícil volver para atrás, porque yo no puedo llevar los árboles de un lugar a otro. En aquel momento dejaron los árboles más grandes y vaciaron los canteros con plantas chicas y plantaron de nue­vo con otra organización; que es la que está hasta ahora, aunque está perimida totalmen­te. Es difícil reordenar una colección botánica. Ahora las plantas no se clasifican como antes. Está el ADN, la secuencia de genes. Y al hacer esos estudios llegaron a la conclusión de que no tenían que estar acá sino allá, pero había que tomar una política, no podés andar varian­do todo el tiempo.


DZ/rg