Un viaje a las estrellas

Próximo a cumplir medio siglo, el Planetario de Palermo, remozado y con tecnología de punta, sigue conmoviendo a chicos y grandes.

Se puede viajar al espacio sin despegar los pies de la Tierra. Al menos, esa es la sensación que da visitar el Planetario Galileo Galilei, de Palermo, que pronto celebrará su cincuentenario. 

Con su cúpula de 20 metros de diámetro que, por fuera, ilumina las noches de esa zona porteña, y en cuya cavidad se constituye la pantalla en la que se percibe esa travesía espacial que desde 1967 cautiva a grandes y pequeños. 

Cada fin de semana, desde el 2 de noviembre pasado, son 250 personas las que completan la Sala de Espectáculos, para ver Colisiones Cósmicas, un audiovisual de 40 minutos narrado por la inconfundible voz de Luis Brandoni. Se trata de una producción pionera en simulaciones y visualizaciones científicas basadas en investigaciones de vanguardia realizadas por el Museo Americano de Historia Natural (AMNH), con la colaboración de la NASA. La realización explica las fuerzas universales tanto destructivas como creativas que cambiaron el mapa del Cosmos y que dieron forma a la Tierra y al Universo. Un espectáculo astronómico digital con imágenes del espacio real de alta resolución y con una verosimilitud sorprendente que se debe al empleo de un moderno sistema de proyección instalado en 2012: Colisiones Cósmicas utiliza el software Digital Sky II, de Sky Skan, con un sistema de video ‘full dome’ (cúpula completa) de avanzada, similar a los de los mejores planetarios del mundo. 
El resultado es la creación de un entorno ‘inmersivo’ cuya definición, color, movimiento y realismo son sorprendentes, además de un sonido digital envolvente. Las butacas 4D permiten al público sentir las vibraciones ocasionadas por el impacto de un meteorito que aceleró el final de la era de los dinosaurios hace 65 millones de años y allanó el camino para que prosperen los mamíferos, entre ellos el hombre. 

Buenos Aires comenzó a palpar la posibilidad de contar con un Planetario en 1958, pero recién en 1962 comenzaron las obras del edificio que hoy tiene cinco pisos. Fue inaugurado el 20 de diciembre de 1966, pero su primera función se realizó el 13 de junio de 1967, ocasión en la que el profesor de Geografía y Matemáticas Antonio Cornejo les mostró a un grupo de alumnos el cielo de esa noche y les enseñó cómo orientarse observando la constelación Cruz del Sur. Su apertura definitiva al público data del 5 de abril de 1968. 

EL VIAJE. Se hace de noche en el salón y la oscuridad semeja un derrotero en algún rincón del espacio exterior. Las estrellas comienzan a brillar y el piso, con aquel meteorito, a temblar. La nave despega al mismo tiempo que Brandoni invita a los espectadores a ‘abandonar la Tierra’, al menos por un ratito, para asistir a ‘la belleza del cosmos’. Grandes y chicos, fascinados. Se habla de años luz, millones de millones de kilómetros y velocidades superlativas que no pueden considerarse según la vara con que se mide la cotidianeidad. Ni con la que se mide la vida humana. ‘El cambio es una constante en el Universo’, explica Brandoni el movimiento de los cuerpos celestes ‘atraídos por la poderosa fuerza de gravedad’ que provoca colisiones que, a veces, ‘pueden ser hermosas’. Una de ellas dio origen a la Tierra. Tras el espectacular viaje entre las más de 400 mil millones de estrellas de la Vía Láctea, en el que también se formó  la Luna, sigue una charla de divulgación astronómica. 

Todos, atraídos por la misma curiosidad, tan potente como la fuerza de gravedad, juegan y se sorprenden con las maquetas que grafican y explican fenómenos espaciales. Walter enciende el micrófono. Habla del Sol, ‘nuestra estrella más cercana’, al tiempo que los niños se sientan bien cerca de la pantalla que proyecta las fotos. Los grandes se agolpan atrás. Walter es museólogo. Tiene 35 años, hace diez que da charlas en el Planetario y, más allá de su título, se define como ‘astrónomo aficionado’. ¿Qué es? ‘Los divulgadores científicos somos un nexo entre la gente de a pie y los investigadores profesionales. La idea es hacerles llegar toda la data necesaria con un lenguaje coloquial y didáctico para que todos lo entiendan.’ Además, Walter se puso al hombro el desarrollo del Planetario para ciegos que funciona hace diez años: ‘Se utilizan dispositivos móviles, táctiles y auditivos para que las personas no videntes puedan recibir toda la información necesaria.’ 

Se acerca un nene, preocupado porque ‘el Sol se va a apagar’. La respuesta del especialista tranquiliza al jovencito que se va con una sonrisa: ‘Falta muchísimo para eso.’ Es que el Sol está atravesando la mitad de su vida estelar y seguirá iluminando al menos unos 5000 millones de años más. Otro curioso habla con él, en el mismo idioma, y le requiere una explicación más elaborada. ‘Soy estudiante de cine, pero me interesa mucho todo lo que tiene que ver con la astronomía’, justifica su hobby el joven. ‘El impacto en la gente es muy bueno, y los fines de semana vienen muchos visitantes.’ Y completa: ‘Lo que buscamos es abrirle un nuevo mundo a la gente.’ Con los pies en la Tierra; con la imaginación en el cielo infinito. Sin límites.