Una escuela de educación especial de Palermo tiene goteras y fallas edilicias

La escuela nro. 17 se encuentra ubicada en Palermo, en un edificio precario que fue concebido como vivienda y no como escuela por lo tanto, el deterioro es permanente y progresivo. Es la única escuela estatal en la ciudad para niños con trastornos de personalidad.

La escuela de educación especial pública 17ª Arminda Aberastury es única. Pero no es juego de palabras ni un giro metafórico. La singularidad obedece a que sólo esta institución ubicada en Scalabrini Ortiz al 2700 del barrio porteño de Palermo puede recibir a niños y niñas del nivel materno-infantil, inicial, primario y posprimario con trastornos severos de la personalidad de toda la oferta estatal del distrito porteño.

La matrícula se incrementó en un 40% en los últimos cinco años. Y a ella llegan cada día desde distintos puntos de la ciudad -algunos en viajes de hasta dos horas- unos 100 chicos y chicas, mientras otros 52 están en una lista de espera que puede extenderse hasta un año y medio.

En lo que no es única es tener problemas de infraestructura, porque la escuela funciona hace casi 20 años en un inmueble de tres pisos que no fue concebido como establecimiento educativo y adolece de problemas típicos de una vivienda familiar. «Es una casa con goteras y nosotros queremos una escuela para nuestros hijos. Que alguien se haga cargo», advierte el padre de un alumno en una improvisada reunión de mamás y papás con Tiempo Argentino en el que denunciaron los padeceres frecuentes que provoca la falta de mantenimiento y espacio físico.

Los arreglos que se hicieron en Scalabrini fueron defectuosos o incompletos. Aulas divididas con durlock e improvisadas en espacios mínimos como un baño o una sala de auxiliares; revoques, molduras y mampostería que se caen o descascaran; un piso de madera que se hunde o rompe; un comedor que también cumple funciones de salón de usos múltiples; un único patio -no está dividido por niveles como debería- en un pasillo que lleva a los fondos del edificio, con un cerramiento parcial y dañado y una obra de impermeabilización encarada en 2009 pero que nunca evitó filtraciones y maderas que reemplazan vidrios en aberturas, es el panorama que salta a la vista de cualquiera que recorra las instalaciones. Cada vez que hay una tormenta fuerte las clases deben suspenderse y eso ocurrió ya dos veces en el año, la última el 4 de noviembre.

«Quiero un colegio digno para nuestros hijos. Si hay que ir a algún lado o poner más dinero no tenemos problemas. Pido responsabilidad espiritual y ejecución política», demanda una madre.

Los reclamos, que comenzaron en 2011 sin ningún resultado, incluyeron todo el recorrido burocrático de expedientes electrónicos y papelerío y los directivos y docentes -que no hablaron con este diario por temor a represalias- y padres aseguran haber recibido del subsecretario de Gestión Económica Financiera y Administración de Recursos Carlos Regazzoni u otros funcionarios promesas de soluciones que nunca se pusieron en marcha.

Una de ellas, por ejemplo, es llevar la institución a Balboa 210 (donde funcionó la escuela de música Pedro Esnaola, hoy mudada al polo educativo Saavedra), a unos seis kilómetros de la actual ubicación, pero ello obligaría a tener la escuela en ambos lugares.

Los padres y madres ponderan la actitud del cuerpo docente de dar clases a pesar de todo, pero consideran que si no salen a difundir no habrá soluciones. «Uno quiere que los chicos estén cada vez mejor; que tengan su espacio. Gracias a esta escuela mi hijo progresó un 90%», dice una mamá al borde de las lágrimas. «Es muy difícil esto. Primero nos pegaron con el diagnóstico (del niño) y después con la burocracia de esperar hasta un año y medio para entrar. No queremos que se cierre, queremos que se cumpla el derecho de cualquier niño de tener una escuela. No hay un ambiente propicio para fortalecerlos», agrega.  

No es la única con dificultades

La 17ª no es la única de las escuelas de educación especial en problemas. La de recuperación 2ª, ubicada en el barrio porteño de Villa Lugano tiene una obra parada desde mayo de este año. Se trata de tres aulas y un baño para 28 alumnos y alumnas discapacitados motores de los 130 que asisten al colegio. Según supo Tiempo Argentino, los trabajos están a un 55% de avance, pero la empresa que los tenía a cargo Menhires SRL se retiró por diferencias monetarias con el gobierno porteño. Un total de 28 chicos y chicas padece a diario la falta de esta obra hacinados en un mismo lugar. El Ministerio de Educación se comprometió el 5 de noviembre pasado a terminar la obra para el año próximo.