Ya podés visitar el Paseo de las Esculturas en el Parque 3 de Febrero

El MOA es el lugar en el que se reparan las esculturas que se exhiben en el espacio público y que están dañadas. Para que puedas visitar el lugar, y veas cómo se trabaja allí, es que el gobierno porteño ha inaugurado el Paseo de las Esculturas al que se puede concurrir entre las 10 y las 13hs. en Berro 3880, entre Casares y Sarmiento, vecino al Jardín Japonés. Te contamos qué vas a encontrar allí.

Buenos Aires tiene por patrimonio alrededor de dos mil docientas estatuas y monumentos de alto valor valor artístico que enaltecen el lugar en el que son exhibidas. 

Muchas de esas obras de arte están a la intemperie y expuestas a sustancias corrosivas que obligan a hacerles mantenimientos periódicos. Pero su principal enemigo es el hombre.

El Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad presentó un espacio de exhibición dedicado a las obras de arte que se retiraron del espacio público, por deterioro o vandalismo, y a las réplicas que se producen en los procesos de restauración.

«Este nuevo paseo permite a los vecinos conocer cómo se restauran y ponen en valor obras de arte y monumentos que estuvieron emplazadas en distintos espacios públicos de la Ciudad, y que por diversas razones tuvieron que ser reparadas», expresó Eduardo Macchiavelli, ministro de Ambiente y Espacio Público porteño.

El Paseo de las Esculturas está abierto de lunes a viernes de 10 a 13hs y se encuentra en el entorno de los talleres de la Coordinación de Monumentos y Obras de Arte (MOA), en la Plaza Sicilia, dentro del Parque 3 de Febrero.

Emplazadas junto a senderos de grazna, bancos y canteros con flores, se encuentran las diferentes obras que están en proceso de reparación. En la Ciudad hay 1964 entre monumentos, obras de arte y bustos, y este año se repararon entre 160 y 170 que sufrieron desgaste propio o fueron vandalizadas.

SOBRE EL MOA

El MOA se encarga de la restauración y preservación de los monumentos y obras de arte de la ciudad. Las piezas de mayores dimensiones son restauradas al aire libre. Algunos monumentos, debido a su gran tamaño, sólo pueden ser tratados en el lugar donde están emplazados. 

Las piezas más pequeñas como bustos, frisos o jarrones, son tratadas dentro de los talleres del MOA a donde son trasladadas. Una vez concluidos los trabajos, las obras de arte que fueron llevadas hasta los talleres vuelven a sus sitios originales.

Sin embargo, existen algunas piezas que, debido a un deterioro mayor o por ser obra de reconocidos autores y existir escasos ejemplares de ellas en el mundo, son reemplazadas por réplicas. En estos casos, las obras originales son conservadas en el MOA. De esta manera, se logra preservar obras de arte invaluables.

Allí trabajan a destajo un equipo de 15 artistas y restauradores para devolverles la salud a monumentos y estatuas dañados por el hombre.

«Algunos se llevan una parte de la obra de arte, un brazo, una mano, porque lo toman como un trofeo», explica Carlos Estévez, de la Coordinación de Monumentos y Obras de Arte (MOA). En otros casos los daños son por razones incomprensibles.

«Detectamos que un grupo de karatecas se entrenaba golpeando unas balustradas de Barrancas de Belgrano. O que un paseador de perros ataba los animales a los cuernos del cervatillo de la estatua Diana Cazadora (emplazada frente a la Aduana) y los rompieron», detalla Carlos.

Hace 33 años que Carlos trabaja como un verdadero médico de estas piezas de bronce, mármol, granito y otros materiales que sufren ataques a diario. Cuenta que quedan muy pocas placas de bronce porque se las robaron para fundirlas y venderlas. Son reemplazadas por otras de fibrocemento, mármol o granito.

Carlos integra un equipo de 15 artistas que se ocupan de devolverles la salud a las piezas en el taller ubicado en el Parque 3 de Febrero, vecino al Jardín Japonés (Berro 3880, entre Casares y Sarmiento).

Otro equipo se ocupa de la parte operativa que implica el traslado de las obras, con grúas y equipos especiales, o su atención «a domicilio»: a veces, por su tamaño, las esculturas no pueden ser trasladadas y deben ser reparadas en el lugar en el que están emplazadas. «O se toman moldes para trabajar la pieza faltante en el taller y luego llevarla hasta el monumento», explica Carlos.

En el jardín del MOA, uno se encuentra, por ejemplo, con El Segador, célebre obra de Constantin Meunier (1896), que fue encontrada en su emplazamiento frente a la Biblioteca Nacional, con su brazo amputado y sin la segadora. O un busto de Cornelio Saavedra (Parque Saavedra) sin su nariz, o el de Manuel Belgrano que debió ser retirado de las Barrancas para su reparación.

«Pocos saben que es una obra de Lucio Fontana, un artista argentino reconocido mundialmente», apunta Carlos.

Hay obras como Izando la Bandera (Plaza Colombia) que estaba muy deteriorada y algunas de sus piezas corrían el riesgo de caerse. Fue creada por el escultor Julio C. Vergottini y tiene cinco grandes figuras de bronce de una tonelada cada una.

Otras esculturas fueron retiradas para protegerlas de otras obras en marcha, como la de Juan Bautista Alberdi (Constitución), que espera acostada para volver a su emplazamiento original.

Una de las más vandalizadas es el conjunto escultórico de la Loba Romana (Parque Lezama). Las piezas originales de bronce que representaban a Rómulo y Remo desaparecieron hace tiempo. «Son reemplazadas por piezas de resina poliester, un material más resistente y más complicado para sacar», explica Gabriel uno de los restauradores.

A pesar de que la escultura está en una fuente enrejada, las imágenes de los fundadores mitológicos de Roma son robadas y vueltas a reemplazar cada dos por tres.

Ni siquiera las obras que están en El Jardín Botánico se salvan. Gabriel, precisamente, trabaja en la reconstrucción de una mano de la escultura V Tiempo de la VI Sinfonía de Beethoven, de Leone Tommasi, que también fue amputada.

Así es el día a día en el que trabajan en este verdadero hospital de estatuas. Todo sea por mantener la salud de las más de 2.200 obras de arte que tiene Buenos Aires en sus calles y parques. Que viven a la intemperie y sufren de la exposición a sustancias tóxicas. Pero cuya principal enfermedad es el vandalismo.